Monseñor Céspedes: Juan Pablo II y el Che Guevara
Un punto particularmente delicado del artículo de monseñor Céspedes dice
respecto al elogio que el propio Juan Pablo II hizo al Che Guevara, el
21 de enero de 1998, en conversación informal con los periodistas, en el
avión que lo conducía a Cuba
Por
Armando F. Valladares
El
12 de junio pp. el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista
de Cuba (PCC), publicó un extenso artículo de monseñor Carlos Manuel de
Céspedes, vicario episcopal de La Habana, que provocó estupor general.
En
dicho artículo, negando la verdad histórica y contradiciendo enseñanzas
tradicionales de la Iglesia que califican al comunismo como una
ideología "intrínsecamente perversa", que constituye un “satánico azote”
para los católicos y para la sociedad ("Divini Redemptoris"), el
eclesiástico habanero teje loas al sanguinario guerrillero
cubano-argentino Ernesto “Che” Guevara, llegando a manifestar
“admiración” por su “énfasis en el socialismo”, por su “coherencia
existencial e intelectual”, por la supuesta “riqueza y matices de su
temperamento” y, en fin, por una pretendida “sensibilidad social”.
Monseñor Céspedes, quien se ha destacado en las últimas décadas como uno
de los eclesiásticos más abiertamente procastristas de la isla,
encuentra sibilinos artificios para realizar una seudo justificación de
los “excesos que podría haber cometido” el referido guerrillero
comunista, atribuyendo a sus actos “motivaciones” profundas que habrían
sido loables, y da como ejemplo de esas "motivaciones" absolutorias una
supuesta “preocupación” por los pobres; algo que, dígase de pasada, los
dichos y hechos de Guevara desmienten categóricamente.
Bajo la óptica de este sacerdote procastrista, con importante cargo en
la Arquidiócesis de La Habana, el Che Guevara se metamorfosea en un casi
“santo” laico.
La
verdad sobre el pensamiento, la vida y los hechos de Guevara no podría
ser más contraria a la visión idílica de monseñor Céspedes. Baste citar
tres frases bastante conocidas del propio guerrillero cubano-argentino
para aquilatar el tipo de “coherencia”, de “riqueza de temperamento”, de
“sensibilidad social” y de “motivaciones” que en realidad lo movían:
"El
odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa
más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en
una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar” (“Mensaje a
los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, La Habana, 16 de
abril de 1967). "El camino pacífico está eliminado y la violencia es
inevitable. Para lograr regímenes socialistas tendrán que correr ríos de
sangre” (“Táctica y Estrategia de la Revolución Cubana”, Revista Verde
Olivo, Prensa Latina, 8 de octubre de 1968). “Fusilamientos: sí, hemos
fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario”
(“Discurso ante la asamblea de la ONU”, 11 de diciembre de 1964).
Una
amplia, dolorosa y aplastante lista de hechos de su vida, que son de
conocimiento público, corroboran lo anterior. En 1959, durante seis
meses, Guevara fue comandante de la prisión de La Cabaña, donde inauguró
el tristemente célebre "paredón", algo que ilustra las crueles
“motivaciones” y “coherencias” del Guevara que monseñor Céspedes elogia.
El "paredón" de La Cabaña continuó durante varios años. En 1961, los
prisioneros políticos oíamos todas las noches descargas de fusilamientos
sumarios, entre cuyas víctimas había jóvenes mártires católicos que
morían gritando “¡Viva Cristo Rey! ¡Abajo el comunismo!” Mártires de la
fe para los cuales las figuras más representativas del exilio cubano
solicitaron el inicio de un merecido proceso de beatificación, en carta
entregada en la Secretaría de Estado del Vaticano el 14 de octubre de
1999, en las manos de un alto eclesiástico, un pedido que hasta hoy
permanece sin respuesta (cf. A. Valladares, “Drama cubano y silencio
vaticano”, Il Giornale, Italia, Abril 25, 2003; Diario Las Américas,
Miami, Abril 26, 2003).
Un
punto particularmente delicado del artículo de monseñor Céspedes dice
respecto al elogio que el propio Juan Pablo II habría hecho al Che
Guevara, y que el eclesiástico reproduce sin citar la fuente. Monseñor
Céspedes alega no recordar el momento y las circunstancias de ese
elogio, y por ello muchos pensaron que éste nunca habría sido proferido.
En realidad, según despacho del Vatican Information Service (VIS), de
enero de 1998, Juan Pablo II, en el avión que lo conducía a Cuba, en
conversación informal con los periodistas y consultado respecto de su
pensamiento sobre el Che Guevara, dijo textualmente: “Se encuentra ante
el Tribunal del Señor, de Dios. Dejemos a Él, al Señor nuestro, el
juicio sobre sus méritos. Ciertamente, yo estoy convencido de que quería
servir a los pobres” (VIS, Ciudad del Vaticano, "Los periodistas
entrevistan al Papa durante el vuelo a Cuba", 21 de enero de 1998).
La
fuente no podía ser más oficial, y ello hace que las palabras del
Pontífice resulten especialmente perturbadoras. ¿Cómo un árbol malo
podría concebir buenos frutos? (cf. San Mateo 7,18) ¿Por ventura no fue
Guevara un "satánico azote" para Cuba, América Latina y África,
promoviendo revoluciones sangrientas que perjudicaron especialmente a
los más pobres?
Fue
en la misma ocasión, en el avión que lo conducía a Cuba, que según el
referido despacho oficial del VIS -cuyo texto íntegro ofrezco enviar por
e-mail a los lectores que así lo soliciten- Juan Pablo II elogió “las
escuelas” y “el sistema sanitario” de Cuba, citándolos como ejemplos de
que “las cosas mejoran” en la isla. No obstante, es sabido que la
educación y la salud han sido dos de los instrumentos más eficaces del
régimen comunista para el control mental, psicológico e ideológico de
los cubanos, en particular, de los jóvenes y niños. Y, por ello,
sinceramente no se comprende cómo Juan Pablo II llegó a formular esos
elogios; así como tampoco se entienden sus elogios al Che Guevara.
Los
anteriores son dichos y hechos que constituyen grandes incógnitas de una
Historia reciente que está por ser escrita, que se relaciona con la
enigmática continuidad de la política de mano extendida del Vaticano y
de importantes figuras eclesiásticas hacia la tiranía del Caribe,
durante casi cuatro décadas, con detalles semisepultados y semiolvidados,
que el artículo de monseñor Céspedes ayuda a desenterrar y a recordar..
Una
explicación para las afirmaciones sobre los mitos de la educación y la
salud del régimen puede estar en palabras del propio Pontífice,
pronunciadas en la misma entrevista que ha sido citada, cuando dice que
sobre este tema una de sus fuentes de información estaba constituida por
“las noticias que nos hacen llegar los obispos cubanos”. Obispos que se
han caracterizado por un colaboracionismo de dimensiones no pequeñas,
plasmado en el documento final del Encuentro Nacional Eclesial Cubano,
de 1986, que abrió una etapa sin precedentes de lamentable colaboración
y de "coincidencia" en "objetivos fundamentales" entre los Pastores y
los Lobos de Cuba; un documento que he tenido la dolorosa obligación de
comentar públicamente en varios artículos, y que ha sido objeto de
excelentes libros editados en el destierro cubano.
Pero si tal es la influencia de los obispos cubanos, al punto de influir
sobre tan desconcertantes declaraciones de Juan Pablo II, preocupa que
esa influencia se coloque hoy en Cuba al servicio de un castrismo sin
Castro, una salida político-religiosa respecto de la cual también ya he
hablado, y que consistiría en salvar del naufragio comunista un
“material genético” contaminado, que continúe influyendo decisivamente
en el cuerpo social cubano de la era post-Castros.
Ya
he expresado, y lo reitero con especial énfasis en este artículo, que en
cuanto católico y cubano me duele enormemente tener que efectuar este
tipo de públicas consideraciones, que hago como un descargo ineludible
de mi conciencia, con toda la veneración debida a la Cátedra de Pedro;
es un dolor mayor, talvez, que el de las peores torturas físicas que
recibí en 22 años de cárcel, porque el sufrimiento espiritual es más
profundo inclusive que el físico.
Armando Valladares, ex preso político cubano, fue embajador de Estados
Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra,
durante las administraciones Reagan y Bush. E-mail:
armandovalladares2005@yahoo.es