«HOMBRES INSEGUROS DE LA VERDAD QUE PROFESAN»
«…Pero cuando la necesidad apremia, la defensa de la fe no es obligación exclusiva de los que mandan, sino que, como dice Santo Tomás, «todos y cada uno están obligados a manifestar públicamente su fe, ya para instruir y confirmar a los demás fieles, ya para reprimir la audacia de los infieles». Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. En ambos casos, esta conducta es en sí misma vergonzosa y, además, injuriosa a Dios. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del bien común y provechosa únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos».
Su
Santidad LEON XIII
Encíclica «Sapientiae Cristianae»
by ZENIT NEWS
El padre Miguel Jordá denuncia la degradación de valores en la isla.
MADRID, 19 mayo (ZENIT.org).- Las autoridades cubanas han expulsado a un sacerdote por oponerse al aborto. Se trata del padre Miguel Jordá, sacerdote recientemente expulsado de Cuba por luchar contra el aborto. En declaraciones a la revista «Misioneros del tercer milenio», de las Obras Misionales Pontificias Españolas, el padre Jordá revela: «Fui expulsado del país, entre otras razones, por defender la vida antes de nacer. Difundí unas octavillas por toda mi parroquia con unos versos que defendían la vida y denunciaban la actual situación de Cuba que, con 12 millones de habitantes, contabiliza 130.000 abortos al año reconocidos por el Estado. Uno de estos versos fue examinado con lupa por el Partido. Decía: "En este país cubano/ de tan grandes maravillas/ se asesinan cada día/ miles de seres humanos./ En los últimos treinta años/ ya pasan de tres millones/ y se alegan mil razones/ para hacer este delito,/ ojalá que estos versitos/ conmuevan los corazones". ¡Y vaya que se conmovieron! Tanto, que me echaron».
Este elevado número de abortos se debe, según el sacerdote, «a la realidad cubana». Se explica: «Muchas personas viajan a Cuba para hacer turismo y comercio sexual, que es, en estos momentos, una de las principales fuentes de divisas que tiene el país. Esto provoca una cantidad desorbitante de abortos. Los miembros del propio Servicio Nacional de Salud pasan por las escuelas y orientan a las chicas embarazadas para que se sometan a un aborto, así sin más ni más. Sin hablarles del trauma que produce, sin hablarles del punto de vista moral o ético. Presentándoselo como si fuera el camino normal. Sobre todo, para que el ciclo vuelva a repetirse: otra aventura amorosa, otro embarazo, otro aborto...».
Ante esta situación, el sacerdote trató de denunciar la situación en la hoja parroquial. «A raíz de aquello el Gobierno me hizo la vida imposible --revela--. Me ponían megáfonos con música estridente a las puertas de mi parroquia. En esas condiciones resultaba imposible bautizar o rezar. Un día tomé otro megáfono y denuncié públicamente que en Cuba se atropellaban los derechos humanos desde antes de nacer. Esa fue la chispa que desencadenó mi expulsión. En el pueblo, sin embargo, ha quedado ese mensaje de que el aborto es malo».
El derecho a la vida no es el único de los derechos violados en Cuba.«Se quebranta, por ejemplo, el derecho de asociación --explica el padre Jordá--. La juventud crece sin ningún ideal. Hablo concretamente de mi parroquia, que es una isla dentro de un océano y que ha permanecido 40 años sin sacerdote. La juventud allí no tiene ninguna salida, ninguna esperanza. Se pasa la vida bebiendo, practicando el sexo... Los jóvenes no trabajan, están faltos de alimentación, tienen mala salud. De cara al exterior, se proyecta que Cuba está a la cabeza en materia sanitaria. Eso es en La Habana, donde están los mejores médicos y hay medicinas, pero donde yo estaba, la gente llamaba constantemente a la parroquia para pedir una aspirina, no había una aguja para sacar sangre... Los médicos te decían: para qué vamos a recetar, si no hay nada. Por tanto, se conculcan muchos derechos fundamentales».
Ante esta situación, la Iglesia está haciendo todo lo que puede. Distribuye las medicinas que envían EE. UU. y Europa, que no se los dan al Gobierno porque saben que los venden descaradamente. Por este motivo, se las entregan a la Iglesia. «El Episcopado, debido a ello, se ha transformado en una farmacia donde la gente have cola --constata el sacerdote--. Este asunto debería canalizarse de otra forma, pero, como no es así, es la Iglesia quien de momento ha asumido esa tarea. Por otra parte, apoya calladamente todo lo que suponga respeto a la persona y a los derechos cívicos. Pero su labor es muy limitada. Al obispo Mauricio, por ejemplo, le han llamado la atención ya en varias ocasiones. Él denunció ante el Papa la situación del país y, por ello, le han tratado de denigrar en público. Los espacios de libertad que se esperaban conquistar con la visita del Papa han quedado vacíos».
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