Los cubanos derrochan
ingenio para superar las dificultades económicas. Uno de los
grandes retos para Raúl Castro es acabar con las corruptelas y la
picaresca desarrolladas para resolver las necesidades diarias que
el Estado no cubre
En Pinar del Río circulan alrededor
de 450 camiones y furgonetas privadas que consumen diésel. Pero en esta
provincia cubana, con una población de 730.000 habitantes, sólo se
venden 60 euros diarios de este combustible en las gasolineras del
Estado. El dato lo divulgó el 16 de junio el semanario Trabajadores
junto a esta tierna coletilla: "Los especialistas razonan que detrás de
esa gran incoherencia puede haber delito".
CUBA
-
- Gobierno:
- República comunista.
- Población:
- 11.308.764 (2004)
"Después de multarlos,
habría que condecorarlos", dice un economista
Un mes antes, el diario Granma
ofreció una detallada información sobre la crisis de la fábrica de
conservas La Conchita. Fundada en 1937, en sus buenos tiempos La
Conchita llegó a procesar 28 toneladas de tomate y 18 de guayaba por
campaña, pero de pronto los cubanos se enteraron de que la isla
importaba coco de Sri Lanka, guayaba de Brasil y tomate de China. ¿La
causa? La incapacidad de las empresas agrícolas estatales de suministrar
a la industria del enlatado frutas y verduras que en muchas ocasiones se
pudren en los campos.
En La Habana existen 12.000
contenedores de basura. Pero hacen falta 18.000. El problema es serio,
pues cada año 1.000 de estos depósitos "quedan inutilizados", decía
Granma el 14 de abril. Una de las razones es que la gente roba las
ruedas de los contenedores para hacer carretillas. El diario informó de
que en los últimos meses ha sido decomisado "un grupo de estas
carretillas" y que "a sus dueños les fueron impuestas severas multas".
Sólo con recuperar algunas de las
noticias que divulga la controlada prensa oficial, uno puede hacer una
radiografía bastante real de Cuba y de sus males "estructurales" y
económicos. A las informaciones sobre "desvío de recursos" y "faltantes"
escandalosos -es decir, de robos- se suman las de ineficiencias y
dejadeces múltiples, junto a otras curiosidades económicas.
Por ejemplo, únicamente en Cuba
existen profesiones como la de "vendedor de jabas" o la de
"menudero". En la isla llaman jabas a las bolsas de plástico, y como en
muchas tiendas estatales y agromercados no las hay, son legión los que
venden las consabidas jabitas a las puertas del establecimiento
-en muchas ocasiones suministradas por los propios dependientes-, a un
peso cubano la unidad. Lo publicaba Granma en su sección
Cartas a la dirección (16 de junio), y una semana más tarde, en la
misma página otro cubano criticaba a los que se dedican a cambiar dinero
menudo en las paradas de guaguas con comisiones leoninas.
Ocurre que el precio del pasaje de
los autobuses chinos que ahora circulan por La Habana es de 40 centavos,
pero como los chóferes no llevan cambio, al usuario que no tiene monedas
no le queda más remedio que depositar en la alcancía el peso completo.
Algún listo inventó el nuevo negocio: cambiar a pie de guagua los
billetes de peso por ochenta centavos en menudo, y así gana todo el
mundo.
En otro artículo titulado Asedio a
las torres, el diario Tribuna denunciaba en marzo que
"elementos inescrupulosos arremeten" contra las torres de alta tensión
para sustraer los angulares de hierro de su estructura. Dada la escasez
de estos materiales, estas piezas resuelven a herreros y
particulares, pero las torres canibaleadas se debilitan y se teme
un desastre.
La columna Acuse de recibo, de
José Alejandro Rodríguez, en el diario Juventud Rebelde, se ha
convertido en una página catártica, a la vez que un collage
realista y demoledor de la situación a la que se ha llegado en Cuba
debido al estatismo excesivo y la consabida burocracia. En febrero,
Rodríguez cuenta el caso de un hombre al que se le rompen las gafas y
acude a una óptica estatal. "Hizo su buena cola, y cuando llegó su turno
el dependiente le dijo: 'no se los puedo aceptar porque no están rotos'.
La pata pendía de casi nada, pero de acuerdo con las orientaciones no se
podían recibir. Entonces, el hombre le pidió los espejuelos al
dependiente, les arrancó de cuajo la canija pata, y le preguntó: ¿Ahora
están en condiciones?". El empleado asintió y "en cinco minutos se los
arreglaron por sólo cinco pesos".
En un programa radial, el teniente
coronel de la policía Ángel Díaz dio a conocer la reciente
"desarticulación" de una fábrica clandestina de latas de leche
condensada. El 17 de junio, Granma publicó que, como parte de una
"ofensiva contra las indisciplinas sociales", fueron cerrados en La
Habana 13 talleres y 10 almacenes clandestinos, en un operativo policial
en el que "se incautaron 1.938 platos, 1.575 pozuelos, 2.049 pinzas para
el cabello, así como maquinarias para la fabricación de objetos de
plástico y aluminio".
Fueron abiertos diez expedientes
judiciales por "actividad económica ilícita" y a 50 implicados se les
impusieron multas. Un economista cubano, al conocer la noticia, comentó:
"No se pueden consentir las ilegalidades, pero alguien debería analizar
por qué el Estado no es capaz de producir y resolver necesidades que los
particulares resuelven con medios precarios. A esta gente, después de
multarlos habría que condecorarlos y dejarles abrir una pequeña
empresita".
Las declaraciones críticas de
importantes dirigentes también son reveladoras de la situación. El 8 de
junio, al informar de un encuentro del vicepresidente Carlos Lage con
los presidentes de los 169 municipios de la isla, Juventud Rebelde
citaba estas palabras suyas: "La primera tarea de un jefe es que no le
roben".
Un día después, Granma
informaba de una "asamblea de balance" del PCC en la provincia de La
Habana. La miembro del secretariado del Comité Central María del Carmen
Concepción llamó a los militantes a no repetir los "errores" del pasado.
"O resolvemos los problemas, o destruimos la revolución que tanta sangre
y sudor ha costado", dijo. En la misma asamblea fue destituido el máximo
responsible del Partido Comunista en la provincia, Iván Ordaz Curbelo,
"por cometer errores e indisciplinas incompatibles con sus
responsabilidades".
Por supuesto, de las razones
concretas no salió en la prensa ni una palabra. Pero ni falta que have;
con lo que se publica, basta: ahí está, con datos oficiales, la magnitud
del reto que tienen ante sí la revolución y el Gobierno de Raúl Castro.
Un caso especialmente 'ejemplar'
La noticia del semanario
Trabajadores sobre la "incoherencia" de las ventas de
combustible en Pinar del Río -una provincia de extensión similar a
la de Valencia que despacha únicamente 60 euros diarios de diésel en
la red de gasolineras del Estado- sería sólo una más del catálogo de
surrealismos criollos si no fuera porque precisamente fue en Pinar
del Río, have dos años y medio, donde comenzó la lucha de Fidel
Castro contra el desfalco de combustible al Estado.
El ex mandatario cubano ordenó a
finales de 2005 a una tropa de trabajadores sociales bajo su mando
tomar las gasolineras estatales para poner en cintura a ladrones y
"despilfarradores". La experiencia se inició en Pinar y se extendió
al resto del país, y en sólo dos meses Castro dio su veredicto: el
país "ahorraría" más de 1.000 millones de dólares (635 millones de
euros) con las nuevas medidas de control, que incluían instalar en
cada camión y cada tractor estatal un sistema de localización por
satélite (GPS). Dos años después, el diésel sigue vendiéndose a
cuatro pesos cubanos (10 centavos de euro) en el mercado negro. Y
hasta Trabajadores bromea con la "paradoja" energética de los
60 euros: "Como si tuviéramos los vehículos más eficientes del
mundo".