Luis Garcia Miró Elguera
EL MUNDO AL REVÉS
Viernes 25 de septiembre del 2015 | 06:48 am
EL PAPA Y LOS AUTÓCRATAS CASTRO
Con el debido respeto, debo reconocer que Su Santidad Francisco I ha consolidado, Urbi et Orbi, la vigencia de Fidel Castro Ruz como el auténtico emperador de Cuba, visitándolo personalmente en su residencia durante su visita a La Habana. Según al programa oficial, el Papa arribó para saludar al pueblo cubano. Lamentablemente, también debo resaltar, el pontífice se negó a recibir a miles de laicos y católicos disidentes de la autocracia castrista, quienes en vano intentaron conversar con él y asimismo recibir su bendición. ¿La razón? El régimen totalitario de los Castro se opuso a que el jefe de la Iglesia Católica se reúna con los opositores de la dictadura. Y disciplinadamente el Vaticano acató el ucase castrista.
Si Francisco I quiso entregarse al pueblo de Cuba, su apostolado lo obligaba a congregar tanto a los simpatizantes de la dictadura como a sus detractores. Más aún, dándole preeminencia a quienes discrepan de esa cruel, despiadada, cincuentenaria y por tanto pertinaz tiranía; en vez de hacerlo con los áulicos del despotismo inaugurado en 1959 por el comunista Fidel Castro. Y esto por una razón elemental. Porque los primeros personifican al pueblo sin voz; a quienes el totalitarismo oprime siete días a la semana, cincuenta y dos semanas al año negándoles la libertad. Desde la religiosa a la de sindicalización y opinión. En concreto, violando sistemáticamente sus derechos humanos, como vienen haciéndolo Fidel y Raúl Castro hace 56 años.
Sin embargo todo indicaría que las simpatías vaticanas cimbrarían en estos tiempos por veredas más cercanas a lo que son opciones ideológicas y políticas, antes que a los caminos excelsos del Señor, éticamente apartados de todo apetito mundano. Los gestos siempre expresan más que mil palabras. Y el ademán que ha exhibido el pontífice durante su periplo a la Cuba chavista lo dice todo. Es evidente que la gerontocracia castrista está llegando a su fin por una razón vertebral: la ancianidad de sus dos déspotas. Sin embargo el Papa, que lidera a más de mil millones de católicos en el mundo entero, convalidó implícitamente con su presencia –acudiendo hasta la intimidad de la vivienda de Fidel Castro- una suerte de simpatía hacia el autócrata culpable del fusilamiento de miles de inocentes que defendían ideas, imponiéndose a sangre y fuego hasta atornillarse por más de medio siglo en el poder. El mundo libre no concibe que tiranos-asesinos como los Castro pasen a la historia cuales héroes de una inexistente Cuba libre. Porque Cuba es, desde hace ya 56 años, un Estado comunista donde el pueblo permanece sometido al capricho de la saga Castro que gobierna a punta de violencia, prepotencia y perversión.
El que la hace la paga. Acá y en el otro mundo. Lo reconoce la religión católica. Y los crímenes de lesa humanidad -que cargan sobre sus sucias espaldas los hermanos Castro- no pueden ni merecen quedar impunes. Sus gravísimas culpabilidades no deben ser disimuladas entonces tras alguna figura romántica –robinhudesca- como falsamente, desde sus orígenes, lo concibiera el libreto del socialismo internacional.