El acuerdo es tan relevante como paradójico. Los
ministros de Exteriores de la Organización de Estados
Americanos (OEA) acordaron ayer por consenso, en su
39 asamblea general celebrada en Honduras, revocar la
decisión de expulsar a Cuba
que el club adoptó en 1962. Lo curioso es que La
Habana ha repetido hasta la saciedad que no
quiere entrar ni tener nada que ver con una entidad a
la que asocia con los peores crímenes de las dictaduras
latinoamericanas de décadas pasadas; tanto Fidel
Castro como el Partido Comunista han
calificado a la OEA de "basura, pestilente cadáver y vetusto
caserón de Washington", entre otras lindezas.
"La Guerra Fría ha terminado"
]"La Guerra Fría ha terminado hoy en San Pedro
Sula. Empezamos una era de fraternidad", proclamó
el presidente hondureño y anfitrión de la Asamblea
General de la OEA, Manuel Zelaya, tras la reunión.
Fue una de las frases de euforia de la jornada.
"La histórica medida adoptada hoy elimina una distracción del pasado", afirmó el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Robert Wood. "Es un momento de júbilo para toda América Latina", dijo el canciller ecuatoriano, Fander Falconi.
"La histórica medida adoptada hoy elimina una distracción del pasado", afirmó el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Robert Wood. "Es un momento de júbilo para toda América Latina", dijo el canciller ecuatoriano, Fander Falconi.
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El acuerdo se alcanzó cuando casi todo, y enespecial la
precipitada salida de la reunión por parte de la secretaria de
Estado norteamericana, Hillary Clinton, indicaba que la
readmisión de Cuba era ya imposible. La jefa de la diplomacia
estadounidense dijo al partir que no había consenso.
Los miembros del grupo de trabajo designado específicamente para negociar un acuerdo al respecto se habían pasado diez horas debatiendo el asunto, sin éxito.
El problema estaba en los condicionantes a los que un grupo de países encabezados por EE.UU. deseaba supeditar la derogació n de la "suspensión" decretada hace 47 años: se trataba de que La Habana asumiera los compromisos de democracia y defensa de los derechos humanos adoptados en su día por los 34 miembros.
"Miramos hacia el día en que Cuba pueda unirse a la OEA, pero tal pertenencia debe venir con responsabilidades y debemos estar a la altura de los estándares de la democracia y la gobernabilidad que trajeron tanto progreso al hemisferio", declaró Clinton.
El Gobierno de Hugo Chávez y sus socios más cercanos rechazaron que la resolución de readmisión contuviera términos como democracia, no intervención y libertad, según la versión que dio el subsecretario de Estado norteamericano, Thomas A. Shannon.
De acuerdo con las declaraciones finales de algunos delegados de izquierda, la balanza se habría inclinado a favor de los menos exigentes con La Habana. El canciller de Ecuador, Fander Falconí, dijo: "El texto no condiciona".
Para Washington, sin embargo, esa supuesta falta de condicionantes no es tal. La resolución establece que "la participación de Cuba en la OEA será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del Gobierno de Cubayde conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la organización". Y los norteamericanos incluyen la democracia entre tales principios.
El Gobierno de EE.UU. presentó el acuerdo como una victoria diplomática suya: "Hemos trabajado duro para asegurar que el r etorno de Cuba a la OEA se efectuará de acuerdo con los principios y propósitos de la democracia y los derechos humanos", dijo el portavoz del Departamento de Estado, Robert Wood.
Tanto desde Washington comodesde Latinoamérica se destacó no obstante el carácter "histórico" de la decisión. Mientras, en Cuba, aún resonaban las últimas críticas de Fidel Castro a la OEA: una organización "cómplice de los crímenes cometidos contra Cuba", dijo. El acuerdo de ayer puede ser histórico, pero no resultará fácil materializarlo.
Los miembros del grupo de trabajo designado específicamente para negociar un acuerdo al respecto se habían pasado diez horas debatiendo el asunto, sin éxito.
El problema estaba en los condicionantes a los que un grupo de países encabezados por EE.UU. deseaba supeditar la derogació n de la "suspensión" decretada hace 47 años: se trataba de que La Habana asumiera los compromisos de democracia y defensa de los derechos humanos adoptados en su día por los 34 miembros.
"Miramos hacia el día en que Cuba pueda unirse a la OEA, pero tal pertenencia debe venir con responsabilidades y debemos estar a la altura de los estándares de la democracia y la gobernabilidad que trajeron tanto progreso al hemisferio", declaró Clinton.
El Gobierno de Hugo Chávez y sus socios más cercanos rechazaron que la resolución de readmisión contuviera términos como democracia, no intervención y libertad, según la versión que dio el subsecretario de Estado norteamericano, Thomas A. Shannon.
De acuerdo con las declaraciones finales de algunos delegados de izquierda, la balanza se habría inclinado a favor de los menos exigentes con La Habana. El canciller de Ecuador, Fander Falconí, dijo: "El texto no condiciona".
Para Washington, sin embargo, esa supuesta falta de condicionantes no es tal. La resolución establece que "la participación de Cuba en la OEA será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del Gobierno de Cubayde conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la organización". Y los norteamericanos incluyen la democracia entre tales principios.
El Gobierno de EE.UU. presentó el acuerdo como una victoria diplomática suya: "Hemos trabajado duro para asegurar que el r etorno de Cuba a la OEA se efectuará de acuerdo con los principios y propósitos de la democracia y los derechos humanos", dijo el portavoz del Departamento de Estado, Robert Wood.
Tanto desde Washington comodesde Latinoamérica se destacó no obstante el carácter "histórico" de la decisión. Mientras, en Cuba, aún resonaban las últimas críticas de Fidel Castro a la OEA: una organización "cómplice de los crímenes cometidos contra Cuba", dijo. El acuerdo de ayer puede ser histórico, pero no resultará fácil materializarlo.