Durante estos largos 50 años de exilio, los cubanos en Miami han experimentado
varios arribos u oleadas de compatriotas que llegan a esta ciudad en busca de
una nueva vida, los primeros con la ilusión de un próximo regreso, todos con el
dolor del desarraigo y la ausencia, muchos llorando sus muertos víctimas de una
revolución sangrienta y totalitaria, los que no pudieron huir sufrieron el
proceso del desmontaje de las estructuras económicas, productivas y sociales del
país, viendo como sus seres queridos salían definitivamente para no volver, como
rezaba el cuño en su pasaporte.
Y así nacieron las nuevas generaciones, en el exilio, integrándose a una cultura ajena, allá estrenando un cerebro a la medida de otra cultura ajena e importada desde una potencia que nada tenía que ver con el sol y la alegría del Caribe. Toda tradición fue eliminada, medio siglo de cubanía fue sustituido por consignas y adulaciones al egocéntrico tirano y su camarilla, seguido de todo un pueblo formado en la mentalidad servil con una sola meta recibir del amo una migaja que le permitiera tener algo mejor que los demás.
Pasaron los años y el hombre nuevo que soñara el atorrante guerrillero argentino, nació por fin: un individuo egoísta, que no reconoce la solidaridad salvo en las consignas y el internacionalismo, que tiene como escudo la ley de la selva, que no reconoce patria, ni bandera, ni historia ( porque no la conoce ) y que odia tanto a su mentor como a su enemigo, que no distingue entre víctima ni victimario, porque ha jugado de una u otra forma esos roles, que tiene en el tuétano de sus huesos el miedo y el Síndrome de Estocolmo tan enraizado como su falta de valores, de ética ciudadana, de empatía, en fin un producto genuino de exportación ideal para la permanencia del sistema castrista por los siglos de los siglos.
Así llegan, indolentes, portando consignas aprendidas, despotricando del exilio más antiguo, desconociendo las tradiciones, el dolor y el sacrificio de aquellos que pavimentaron las avenidas del progreso y el porvenir con su dolor y sus propias vidas, esos que llegan sin conocer y traen la lección bien aprendida en las mesas redondas, y manuales, con triple moral, a esos ( que no son todos pero sí muchos ) a esos que siguen arribando, y se escudan en la democracia para justificar su cinismo, les aconsejo de todo corazón, quítense la bota del trasero y primero háganse cubanos y luego adquieran la ciudadanía que más le apetezca, porque para "ellos" todos somos iguales.
Los argumentos del hombre nuevo cuando emigra y sigue con la bota en el trasero:
" A mi la política no me interesa, eso es cosa para los políticos"
" Yo no lo puse, asi que yo no tengo que quitarlo"
" La verdad es que hay que mantener los logros de la revolución en el futuro"
" Aquello no hay quien se lo meta, pero tampoco hay quien lo tumbe "
" Yo no vine por asuntos de política, lo mío fue por necesidad económica "
" Los viejos del exilio son unos dinosaurios, como los que tenemos allá"
" En cuanto llegue a la Yuma, me voy de Miami, yo no soporto el cubaneo"
" Los artistas no son políticos, son artistas y nada más "
" La Mafia de Miami, si existe, figúrate que llegué y tuve que trabajar de verdad"
" Aquí hay que trabajar, caballero, esto es socialismo con comida"
" Venga jama, cerveza y reguettón y que viva la revolución ... venga jama, cer –
veza y reguettón y que viva la Yuma"
" Desmaya eso, asere!!"
Al que le sirva el sayo, que se lo ponga.