El Demagogo: Esencia y Presencia
Por: Alberto Luzarraga
"Has visto cuan fácilmente,
a los hombres se fascina
y a una nación se alucina
desde una altura eminente"
( Duque de Rivas)
El demagogo ante todo quiere trepar. En su 'profesión' trepar es requisito indispensable del éxito. Sabe que una posición de altura le confiere verosimilitud a sus palabras. Sabe que existe en el ser humano un lapsus psicológico: la tendencia a creer como cierto lo que dice quien tiene autoridad o quien tiene o aparenta tener prestigio. Sabe que el ser humano con harta frecuencia no quiere pensar a fondo (pensar es trabajo) y que una frase o slogan bien dicho, corto, y al punto queda e impacta mucho más que una conferencia. Por eso repite incansablemente lemas y slogans. Hay que desviar la atención de lo racional y llegar a la imaginación y a la emoción que siempre deben primar. Si piensan, se dice, pierdo.
Es la base de su método de operación: la mentira descarnada, o más frecuentemente las medias mentiras con exageración o tergiversación de los hechos.†
Dice el refrán que antes se agarra a un mentiroso que a un cojo, lo cual es cierto si enfrentamos al mentiroso en un diálogo frente a frente. No lo acepta, se bate en retirada o sale con un desplante.†
Ofrezco una anécdota vivida con uno de los demagogos más notables del siglo 20, Fidel Castro. Corría el fin del año 1959 y aún se vivía la luna de miel de la revolución. La represión se estaba organizando bajo la tutela de la KGB pero aún no era patente. Todavía se vendía la mercancía de que la revolución no era roja sino verde olivo y tan cubana como las palmas. Buena frase sin duda que prueba lo dicho.
Castro era Primer Ministro y el magistrado Urrutia era el Presidente. Se había dictado una ley decreto, la número 11, que anulaba los títulos de las universidades privadas. Se habían organizado al amparo de una ley aprobada bajo gobiernos democráticos ley que complementaba una disposición constitucional. Era una ley absurda para un país que necesitaba técnicos. Legalmente violaba la constitución de 1940, que Castro alegaba venía a restablecer pues afectaba derechos adquiridos. En aquėllos tiempos de efervescencia y desorden organizado, y valga la antinomia, no se conseguían citas con Castro; había que interceptarlo en algún lugar. Un grupo de estudiantes y graduados así lo hicimos estacionando un buen número de automóviles en la carretera que conducía a CojÌmar pueblo cercano a La Habana donde Castro solía pernoctar.
A las 3 a.m. llega la caravana oficial. Castro al ver un grupo de jóvenes, material excelente para el reclutamiento ideológico, para y se apea. Que quieren muchachos? Explicamos. Intenta rebatir con demagogia sin contenido. Lo abrumamos con buenas razones expuestas con lógica y educación. Al ver que no Éramos material maleable da media vuelta y se marcha.
Caso probado. El mundo actual está repleto de situaciones iguales. Los medios de comunicación hoy tan eficaces, aumentan exponencialmente el impacto de la demagogia pero también las posibilidades de refutarla. Pero hay que hacerlo de frente e inteligentemente. La refutación tiene que ser corta y sencilla.
'Esto brevis et placebis' decían los romanos, se breve y agradarás. Y añadiríamos: se breve y veraz y convencerás. La verdad siempre se abre paso. Hay que decirla, pero frente a un demagogo el como decirla es tan importante como ella misma.