El cierre de la revista “Vitral”
Por Jorge R Porta


Diario Las Americas
Publicado el 04-18-2007

El cierre de la revista Vitral representa otro “sumidero” de la historia de la Iglesia Católica en Cuba que, como el río Cuyaguateje, a veces se hace admirar y a veces se hunde, envuelto en brumas y aguas lodosas, en la tierra de Vuelta Abajo. Sin duda esta acción de la jerarquía constituye un acontecimiento importante porque Vitral, en un país “preso” entre sus costas, se hizo a sí misma espacio de libertad propia y ajena, a base de opinar y hacer lo que muchos quisieran hacer, pero tan pocos tienen el coraje de hacerlo.
Esta decisión del Obispo Jorge Serpa pudiera borrar definitivamente del mapa de Cuba dos probados espacios de libertad, y silenciar una voz valiente, actualmente la única de su clase. En efecto la voz gráfica de Vitral ha constituido un legítimo testimonio de libertad y una invitación a la libre participación pluralista, incluso de sus contrarios, hasta hace una semana.
Aunque los objetivos de Vitral y del Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de Pinar del Río (“Centro” en lo sucesivo,) inicialmente pareciesen ingenuos o más bien inalcanzables, la realidad nos ha sorprendido a muchos porque, a pesar de la hostilidad gubernamental y hasta de parte del clero de dentro y de fuera de la diócesis que ha tenido que sufrir, la proporción en la que dichos objetivos estaban siendo alcanzados no se puede negar.
El Centro y Vitral han sido los frutos de muchas horas de esfuerzo laborioso, controversial y paciente de un generoso grupo de seglares, a lo largo de más de una década. Aunque tal ejemplo de fuerza moral, de dedicación a la propia liberación y de coraje al servicio fiel de la Iglesia diocesana no le hayan merecido al Obispo Serpa las penas de una explicación pública abierta, amplia, esclarecedora de todas las dudas, suficiente para salvaguardar la confianza en él de todos los pinareños, nada podrá impedir que Vitral y el Centro puedan pasar al futuro como monumentos morales al tesón, la esperanza, la verticalidad, y la catolicidad cubana, de las muchas personas que le aportaron trabajo manual, ideas, sufrimientos y tiempo a lo largo de los últimos 13 años.
Los múltiples e importantes reconocimientos internacionales, la acogida dada a Vitral y el uso que tantas personas han hecho de los servicios ofrecidos por el Centro a quienes los solicitasen, demuestran fehacientemente no solamente la necesidad pastoral de Vitral y el Centro sino justifican ampliamente su permanencia entre las necesidades pastorales de la diócesis aunque fuese difícil conseguir los necesarios papel y tinta. No importa que el gobierno aduzca que provee “servicios” similares, los de la diócesis recibían la validación del pueblo, católico o no.
Me cuesta comprender por que el Obispo Serpa no ofreció, con antelación, de viva voce, quizás en la Misa Mayor de la Catedral, una explicación a tantos seglares que han demostrado una fidelidad tan incuestionable a la Iglesia local. Y si eso no le era posible, entonces no debió rendirse a cerrar a Vitral y al Centro.
Tampoco me convence, aunque quien la ha ofrecido me merezca sincero cariño y un altísimo respeto, la explicación de que quien llegue nuevo a un lugar haga cambios fundamentales simplemente porque “crea que este piano de la esquina deba estar un poco más para acá”.[1] Y que conste, no soy uno de los que gustan de tergiversar las cosas de la Iglesia. Sé que sea un proceder simplemente “humano,” pero no comprendo que el Centro o Vitral puedan ser para alguien pragmático y razonable una prioridad tan alta hasta hoy y al día siguiente puedan ser trivializados comparándoseles con un mueble.
La dolorosa experiencia reciente en los USA demuestra que cuando los líderes de la Iglesia se equivocan, en este caso el Obispo Serpa, sea mucho mejor que cuanto antes lo reconozca, al modo de San Pablo, con humildad, sencillez y franqueza. Siempre ha sido penoso a pesar de la aparente exaltación que lo implique, pero ser obispo se paga tarde o temprano, al decir de otro obispo de Pinar del Río, Mons. Manuel Rodríguez Rozas con las heridas de “la corona de espinas que se esconde en la mitra” que en Cuba es corona doblemente penosa y pesada.” Hubiese bastado con confesar al pueblo que no podía decirle mucho más y haber mostrado, si lo sentía, sincero pesar al decirlo. El pueblo hubiese entendido. Después de todo, la mayoría de la Iglesia Católica en Cuba sigue siendo, a pesar de las procesiones y de las “revistas,” una Iglesia sumida en el silencio.
Este sorpresivo cierre de Vitral y del Centro, ha ocurrido justo cuando salen a la luz las exageradas declaraciones recientes del obispo auxiliar de La Habana, Juan de Dios Hernández, sobre el mejoramiento de las relaciones eclesiásticas con el gobierno. La coincidencia en el tiempo de las declaraciones y el cierre de la escuelita, de Vitral y del Centro, hace a la decisión del obispo pinareño por lo menos imprudente, echa dudas sobre su naturaleza, cuestiona su legitimidad y su autenticidad, y recrudece el sentimiento general de desconfianza con respecto a la sinceridad de la jerarquía cubana. Recuérdese que el clero católico, en general, siempre ha recibido un trato privilegiado en comparación con el pueblo.
Algunos demagogos de Miami, no han vacilado en acusar a la jerarquía católica de complicidad o colaboracionismo, ignorando el hecho de que la misma jerarquía católica mantuvo a Vitral y al Centro funcionando hasta ahora. No obstante algunas preguntas que han planteado son muy válidas. ¿Por qué la decisión de eliminar a Vitral y al Centro tan festinada e inoportunamente? ¿Por qué no permitir al menos al Centro? Si las razones del Obispo han sido válidas, razonables y legítimas ¿por qué no explicarlas abierta, ampliamente? ¿Acaso la decisión del Obispo Serpa, como le acusan algunos, ha representado el pago exigido a cambio de la “mejoría” (nadie sabe cuan duradera) aludida por el obispo auxiliar de La Habana, Juan de Dios Hernández? ¿Quién en su sano juicio podrá creer a estas alturas en la buena fe del gobierno castrista?
Vitral no ha sido clausurada por falta de dinero, como otros han afirmado en la televisión de Miami. El obispado de Pinar del Río siempre obtuvo y proveyó, aunque con gran trabajo, los medios necesarios, incluyendo equipos y local. Por su intermedio la revista recibía donaciones voluntarias desde dentro y fuera de Cuba en la forma de contribuciones personales y de premios y reconocimientos institucionales.
Un líder católicos de Miami ha afirmado que la jerarquía cubana no puede hacer nada “porque no tiene libertad” para hacerlo. Eso es falso porque lo ha hecho muchísimas veces y, particularmente el Obispo José Siro González lo hizo y al hacerlo se hizo su propia libertad, aunque no deje de ser cierto que seguramente pagó con creces por ello con su sufrimiento.
Esta decisión del nuevo obispo de Pinar del Río, Jorge Serpa, representa un cambio radical de actitud en la diócesis. Es una decisión ciertamente tomada en ejercicio legítimo de su autoridad, pero equivocada en cuanto al modo de hacerlo porque no ha debido ocultar las razones de la misma, ni permitir que se manipulase la realidad aduciendo solamente razones de tipo “material.” La Iglesia jerárquica siempre ha estado libre de los rigores del absurdo embargo americano y dispone de recursos y privilegios, en algunos casos, comparativos a los de los diplomáticos y eso siempre ha causado desconfianza y malestar.
Algunos se han atrevido a atribuir la clausura de Vitral y del Centro al “plan” de Dios. ¡Qué insulto a la inteligencia y a la fe! Como pensaba Santa Teresa, Dios no se muda y sostuvo por 13 años al trabajo esclarecedor de Vitral y a la generosa prestación de servicios del Centro. ¡Los que nos “mudamos” somos los humanos y por las causas más peregrinas!
En cuanto a la Santa Sede, ésta no tiene el derecho de interferir políticamente en Cuba, ni siquiera en favor de los católicos. Así provee la cláusula de no intervención de los concordatos que la Santa Sede firma con los gobiernos. Por otra parte ésta, por razones de su propia naturaleza, y a pesar de las históricas inconsistencias en otras áreas, no deja de favorecer sin motivo poderoso cualquier búsqueda auténtica de caminos de libertad y progreso, como es el caso de Vitral y el Centro. Si dejase de hacerlo traicionaría imperdonablemente al Evangelio que trata de predicar. Después de todo no hay otra idea más cristiana que la de la libertad personal que San Pablo llamó como la “de los hijos de Dios.” Además, la Secretaría de Estado apoyaba a Vitral y al Centro y sostuvo la participación de Dagoberto Valdés Hernández en el Pontificio Consejo de Justicia y Paz hasta ahora. ¿Qué cosa pudo haber cambiado para que de repente tal apoyo cesase? ¿Sabremos alguna vez por qué ninguna otra diócesis cubana mantuvo hasta ahora una publicación como Vitral o un lugar como el Centro y la causa de la inconsistencia de la Secretaría de Estado de la Santa Sede en ese sentido? Lo que sabemos es que un solo obispo católico se mantuvo sin claudicar y fue el ahora Obispo Emérito de Pinar del Río y que la Secretaría de estado se lo permitió.
Las iglesias evangélicas siempre estuvieron abiertas a la realidad política de la Cuba actual y en muchos casos la apoyaron. Quizás como Fausto pactasen, por cansancio, con Mefistófeles. El hecho es que, de alguna manera, se aislaron para pactar y eso no les pareció impropio.
De las otras “instituciones civiles” legales en la Isla de Cuba, no todas intentaron desarrollar proyectos formativos similares a Vitral y al Centro. Ni los masones, ni la iglesia ortodoxa, ni los santeros. No puede ser que no tuviesen los recursos humanos o la clarividencia para reconocer la necesidad, aunque tampoco tuviesen un nuncio que les representase ni el coraje para sobreponerse a la opresión que sufren. Esa falta esencial de solidaridad tan generalizada y del necesario coraje, han sido otro factor determinante de que Vitral haya podido virtualmente desaparecer a resultas de un simple plumazo episcopal.
La desaparición de Vitral y del Centro es, primero y principalmente, culpa de la tiranía castrista. Los demás actores del drama cubano, quizás juegan al “juego” por comprar tiempo y porque hayan sucumbido al llamado Síndrome de Estocolmo de tan alta incidencia en Cuba.[2]
[1] Michel Suárez, 12 de abril de 2007 en www.cubaencuentro.com
[2] Al respecto es ilustrativo el pensamiento de Bruno Bethelheim acerca de la colaboración pasiva de tantos judíos durante el Holocausto, en el último capítulo: “El peso de una vida”, en su libro póstumo: La Viena de Freud y Otros Ensayos. Traducción castellana de Teresa Camprodón. Col. Crítica/Drakontos. Barcelona. Ed. Crítica. 1991.




 


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