Capítulo I
Volver a Ser Nación
Introducción.
Esta guía de ciudadanía responsable tiene un propósito didáctico. Intenta explicar en términos claros los principios que informan un estado de derecho y la vida en sociedad. Pero no es una guía teórica solamente. Su contenido es práctico. Los principios y conductas que describimos se ajustan a temas clásicos. No son originales, pero sí son probados por la experiencia cotidiana y podemos reconocerlos, pues nos topamos a menudo con ellos en el diario bregar de la existencia. A través del texto insistiremos en algunos que son vitales tales como la necesidad de dividir el poder y evitar la burocratización masiva.
Estos principios no surgen de una disertación de gabinete ni de una afiebrada disquisición filosófica como el marxismo. Se basan en el derecho natural, que es vida y experiencia. Marcan el camino que muchos hombres de bien y de inteligencia han trillado a lo largo de los siglos. Es un camino que procura el equilibrio en el ejercicio del poder. Es el único que nos lleva a la paz social y a una conducta ordenada y respetuosa de los derechos del prójimo, y por ende constructiva. Seguirlo nos lleva a buenos resultados, pero es fácil extraviarse y tomar el derrotero equivocado si nos dejamos llevar por cualquier charlatán o demagogo de fácil palabra y no nos avocamos a pensar las cosas con sentido común. Los principios clásicos son precisamente eso: simple sentido común. Usarlo sólo requiere detenerse a pensar un poco y hacerse preguntas. Es lo que pretende esta guía: estimular la reflexión y las preguntas. Daremos algunas respuestas procurando siempre la claridad y ser sucintos. De cada tema se pueden escribir varios libros pero nuestro propósito no es hacer gala de erudición sino ofrecer conceptos básicos y prácticos. El lector que añada de su de su propia investigación hará bien pues este libro va dedicado a los cubanos que quieran pensar e investigar. La experiencia le dirá amigo lector si anda errado o no en sus conclusiones. Siempre que estemos dispuestos a examinar nuestras conclusiones, mejoraremos. Lo único que atrasa a una sociedad es la uniformidad impuesta a base de lemas dogmáticos que no dicen nada sensato excepto lo que conviene al que los formuló. Una colectividad humana pensante crea una gran nación y ello nos lleva al primer objetivo a lograr en una nueva república.
Volver a Ser Nación: Ese es el Problema
¿Cómo dice? ¿Es que no somos nación? Pues no, hoy por hoy, a principios del siglo 21 solamente lo somos a medias.
Nación se define como un conjunto humano que comparte un territorio geográfico, un idioma, una historia y unas tradiciones comunes. Analicemos. Primero, lo más fácil de resolver.
Territorio: Estamos dispersos por todo el planeta en número equivalente al 20% de la población. Es un número muy importante. No obstante el problema puede remediarse aunque llevará mucho tiempo y el remedio será parcial. Muchos cubanos por razones familiares o económicas no volverán a residir permanentemente en Cuba o lo harán como visitantes. Muchos se han naturalizado en otros países, otros son hijos de cubanos y nunca han visto la patria de sus mayores ¿Tendrán doble ciudadanía y voto en Cuba como hoy se estila en muchos países? Asunto a decidir que de resolverse afirmativamente crearía nuevos lazos de nacionalidad y sería una ventaja importante para el país. En un mundo cada vez más pequeño tener amigos y representantes en muchas partes es una ventaja.
Idioma: El idioma, aún lo tenemos aunque con sintaxis y préstamos varios producto de la dispersión. El espanglish es un hecho y aún peor es la sintaxis inglesa aplicada al español que produce algo que se parece al español pero que no lo es. Y en Cuba a veces se percibe también un deterioro del idioma que hay que corregir. Un problema manejable del que se puede sacar ventaja si se enfoca como oportunidad para unir a los cubanos. Cabe apuntar que la dispersión ha tenido su lado bueno. Contamos con gran número de cubanos que hablan varios idiomas. Es una gran ventaja para un país que aspire a exportar bienes o servicios.
Historia y tradiciones. Es el problema más serio. Castro, siguiendo el modelo marxista del ‘hombre nuevo’ se dedicó a destrozar, denigrar y revisar no sólo la historia republicana de nuestro país sino también sus tradiciones familiares y personales. El resultado fue una Cuba de pesadilla fraguada en el molde de una mente enfermiza que no podía tolerar un pensamiento diferente.
Sólo así se entiende la crueldad y encono mostradas a lo largo de muchos años por gentes que no parecen cubanos, pues defectos tendremos pero sistemáticamente crueles y enconados no lo hemos sido a lo largo de nuestra historia.
Se me dirá que enseñar la verdadera historia cubana y mundial con sus sombras y luces es labor de educación. Es cierto, pero hay dos vertientes. La fácil o sea explicarla a la nueva generación que está harta de mentiras y deseosa de aprender; y la difícil o sea aquélla que se dirija a los que creyeron todo lo del castrismo o lo creyeron a medias y que van tener que enfrentarse a hechos tan desagradables como obvios y ciertos.
Casi 50 años de mentiras dejan un sedimento profundo. Aún en los que han llegado a conclusiones contrarias al régimen se observan a ratos rezagos de lo que les inculcaron de niños. El Padre Varela lo advirtió como veremos más adelante. Es normal, no puede ser de otra forma, somos humanos.
¿Qué hacer pues? ¿Educación de adultos, conferencias, documentales informativos, testimonios de víctimas, libros etc.?
Todo ayuda, pero hace falta algo más que no se enseña sino se siente, y que en realidad es la llave de una Cuba futura pujante y esperanzada.
Se resume en una simple pregunta: ¿Quiere o no quiere usted pertenecer a una nación Cubana? La inmensa mayoría dirá que sí pero para ser sincero debe usted preguntarse que es ser cubano. No es solamente haber nacido en Cuba o ser hijo de cubanos, no es pertenecer a tales o cuales organizaciones con el gentilicio cubano en su razón social, o militar en un partido político que se diga cubano. Es pensar en cubano, actuar en cubano y querer lo mejor para Cuba en cubano.
Eso ha faltado por cincuenta años y no se lo puedo explicar con exactitud. Tiene que descubrirlo usted compatriota que ha vivido exiliado o reprimido. Pero le doy una pista: es tener orgullo de su nacionalidad en cuanto a su historia republicana, entendiéndola con razón y mesura pues perfecta no es ninguna nación y todas tienen sus luces y sombras. Es tener orgullo de las relaciones que existen entre sus ciudadanos y con los demás. Orgullo de una forma de comportarse. Orgullo de ser laborioso, confiable, emprendedor, inventivo, honrado, responsable con su familia, acogedor y simpático.
Si esos valores cubanos tradicionales (hay más, pero me conformo con esos) le cuadran, los logra usted, y todos concordamos en que son esenciales, será usted un miembro de una nación digna de admiración, donde se pueda convivir a gusto. Pero si sólo vamos a trocar la desconfianza sembrada por el totalitarismo por una obsesión de ver que nos toca, ‘como sea pero que sea ya, ahora que mejoró la cosa’, sin reparar en los medios utilizados; entonces el camino será largo y laborioso, hasta que entendamos que ser persona decente y solidaria es un buen negocio para nosotros y para nuestros hijos.
Y eso es una nación próspera: un conjunto de personas decentes que mayormente se estiman entre sí y piensan que viven en un buen país donde se puede prosperar si se trabaja y se observa buena conducta. Para que es país exista hay que esforzarse en ser un ciudadano valioso y útil. Ese es el propósito de esta guía de ciudadanía responsable.