¿EL ESTADO PARA EL HOMBRE O EL HOMBRE PARA EL
ESTADO?
UN COLOQUIO CONSTITUCIONAL SOBRE LA TERCERA
REPUBLICA
POR: ALBERTO LUZÁRRAGA
"El viejo sistema se ha desintegrado,
el nuevo aún no está construido y nuestra vida colectiva esta marcada por una
incertidumbre subconsciente acerca de que tipo de sistema queremos, como
construirlo y si tenemos los conocimientos para construirlo en primer lugar."
Vaclav
Havel, New York Review of Books 7 de Marzo 1991.
I-
INTRODUCCION
Cada vez que un país con aspiraciones de
fundar un gobierno representativo empieza de nuevo se dice que ha creado una
nueva república. Como pudiera ser esa nueva república es el objeto de este
ensayo. Algunos piensan que el tema está resuelto con restablecer la
Constitución del 40 tal como se redactó. También hay quien considera que de una
convención constituyente post Castro puede surgir un documento que no mejore lo
pasado. Son observaciones que hay que atender y ello nos fuerza a tratar
brevemente una cuestión previa antes de entrar en materia.
La Constitución del 40 fue el documento que
creó la segunda república. Fue dictada por una Asamblea Constituyente electa
libremente con una representación de todas las tendencias políticas del país.
Fue asimismo bandera en la lucha contra Batista y para muchos restaurarla sería
un símbolo de vuelta a la normalidad y racionalidad. La idea no deja de tener
atractivo pero la realidad es que después de Castro una nueva constitución o una
reforma integral de la Constitución del 40 parecen inevitables. Simplemente, hay
demasiado que modificar.
Cuando se trata de lo que la Constitución
del 40 llama reforma integral, el procedimiento de modificación establecido por
ella no tiene cabida en un gobierno de transición. No se redactó con esa
contingencia en mente. Este no es el lugar de examinar en mayor detalle las
razones que complican el proceso y remitimos al lector al anexo a este trabajo
donde brevemente examinamos el problema. Pero el resumen es el siguiente: Habría
que convocar una constituyente o reformar la Constitución del 40 por decreto. Lo
último sólo sería aceptable durante una transición y aun así sólo cabría una
reforma parcial pues muchas cosas tendrían que debatirse. Hacer la reforma por
decreto no consolidaría la nueva república. Nacería con tacha de arbitraria. Más
adelante trataremos sobre lo que se podría hacer durante esa transición.
La constituyente del 40 llegó a una
transacción entre las diversas tendencias antagónicas representadas en ella. Las
ideas de Marinello y Blas Roca no eran las mismas que
las de Márquez Sterling que la presidió o por ejemplo
de las de Mujal, dirigente sindical populista, pero no
socialista. Y así, la Constitución del 40 en partes se asemeja a la constitución
liberal de 1901 y en otras tiene visos de estado intervencionista con ribetes
socialistas. También contiene artículos de factura netamente populista con
soluciones que obedecieron a coyunturas del momento y que no son las de hoy en
día.
Durante los 62 años transcurridos desde la
promulgación de dicho documento, se han producido cambios radicales en Cuba y en
el quehacer humano. Se discutió en un momento en que el fascismo, el comunismo y
el capitalismo se enfrentaban bélicamente en el ámbito mundial y surgió después
de haber atravesado el país momentos muy difíciles. En esas circunstancias justo
es decir que los constituyentes realizaron una buena labor. Hay mucho
aprovechable en la Constitución del 40 que podrá ser tomado literalmente en un
documento futuro, como sucedió con la Constitución de 1901.
En el principio del siglo XXI nos
enfrentaremos a la crisis peor que ha experimentado el país en su historia y
tendremos que decidir que camino tomar. La estructura escogida será vital en
cuanto a asegurar un buen resultado.
II- DEFINICION DE LA CUESTION
Aceptemos que a cortas o a largas, sea o no
peligroso o imprudente (según el criterio de algunos) desembocamos en una
Convención Constituyente con plenos poderes para reformar la Constitución del 40
o dictar una nueva. Es aquí donde viene a cuento la pregunta que encabeza este
ensayo y que a nuestro entender se perfila como el problema constitucional del
Siglo XXI.
¿El Hombre para el Estado o el Estado para el
Hombre?
En el caso cubano, después de más de
cuarenta años de marxismo tiránico, parecería que la respuesta está dada.
Entregarse de lleno al estado que promete renovarnos y crear el "hombre nuevo"
es suicidio. El "hombre nuevo" cuando asciende al poder y hace del estado un
dios al que hay que servir se parece demasiado a lo peor del "hombre viejo".
Actúa como si no existieran cortapisas legales y morales, y atropella y abusa
sin pudor, aunque es ducho en aducir consignas supuestamente justificativas de
su conducta injusta. Todo se hace en favor del partido, de la revolución o del
lema que mejor le parezca. El estado totalitario es la forma más eficiente de
tiranía que ha diseñado el ser humano.
El clamor por el respeto a los derechos
humanos no es sino el clamor por el respeto a la ley natural, a los derechos que
tiene la persona por ser persona, derechos con los que nace y que no son
producto de concesión graciosa por la autoridad. Una constitución todo lo que
hace es declararlos en forma lógica y coherente.
Es la doctrina del derecho natural basada
en la concepción de que ella refleja el orden natural, que es el "mejor de todos
los órdenes." La doctrina recibió gran desarrollo en el siglo XVIII y es el
antecedente de la declaración americana de 1776 y de la declaración francesa de
1789.
Hoy en día cualquier persona con
información mínima, casi intuitivamente, desea que se le reconozcan al ciudadano
ciertas garantías esenciales para una vida digna en sociedad.
Una clasificación útil divide estos
derechos como sigue:
a) Derechos de
libertad del individuo aislado tales como la libertad de conciencia, la propiedad
privada, libertad de empresa, la inviolabilidad del domicilio, de la
correspondencia y la libertad personal, tales como escoger domicilio, viajar sin
permisos, etc.
b) Derechos de
libertad del individuo en relación a establecer relaciones y comunicarse con
otros, tales como la
libertad de expresión, de prensa, de publicación sin censura previa, de
manifestación, de reunión pacífica, etc.
c) Derechos
políticos pertenecientes al ciudadano o sea igualdad ante la ley, derecho a un sufragio en
igualdad de condiciones, acceso a cargos públicos electivos o por nombramiento o
elección, derecho de peticionar a las autoridades, etc.
d) Derechos a
prestaciones sociales dadas por el Estado como el derecho a la educación, a una pensión de
jubilación, al cuidado médico. Y en ocasiones se añade el derecho al trabajo y
se faculta al estado para que supla esa necesidad.
Los derechos de (a) y (b) presentan pocos
problemas conceptuales. Son cortapisas a la acción del estado que la comunidad
exige para entregar la gestión de gobierno a un grupo. Los derechos explicados
en (c) son garantías de que el poder está abierto a todos, de que no es un
monopolio ni goza de prerrogativas tales que pedir reformas constituya desacato.
Las garantías de los puntos (a), (b) y (c)
han tenido amplio desarrollo en nuestras constituciones. Plasmarlos en una nueva
constitución no será difícil porque hay buenos modelos y antecedentes. Son
derechos clásicos. Hay temas en que es preciso ponerse al día o buscar mejores
definiciones pero las garantías básicas de la persona no tienen detractores
conceptuales. El problema siempre es la praxis, el cómo se implementan los
derechos.
En términos de implementación el problema
mayor surge con los derechos expuestos en (d). En cuanto referidos a la persona
son esenciales. Sin trabajo, educación o atención médica no se puede ser
ciudadano digno ni gozar de las garantías que se declaran en los derechos
individuales.
La dificultad estriba en lo siguiente:
cuando se pide al Estado que garantice prestaciones esenciales entramos en un
contrapunto difícil entre la libertad y las garantías esenciales a una vida
digna.
Cuando el estado es el proveedor primario o único del
sueldo, de la educación y de la salud tiene demasiado poder. El exceso de poder
y la libertad son polos opuestos. Cuanto más crece el uno más decrece la otra. Y
al decrecer la libertad las prestaciones prometidas tienden a convertirse en
palabras y no en realidades.
Cuando el poderoso es el estado, ente
impersonal como ficción jurídica que es, los remedios contra una mala actuación
se complican. Supongamos la mejor de las hipótesis: Una sociedad libre donde se
pueda reclamar. Aun allí el estado tiene todo el tiempo del mundo para responder
a las quejas ciudadanas. No envejece y continúa. Cuando yerra, sólo se obtiene
que indemnice después de largas y engorrosas reclamaciones judiciales. Es así en
todos los países libres y no puede ser de otra forma. Hay que probar el daño
pues de lo contrario el estado perecería a manos de los mismos gobernados.
Además, el estado no sufre en su reputación al igual que una persona. Un
profesional privado que yerra o da mal servicio no subsiste.
El pensamiento actual postula que un estado
justo debe reflejar la preocupación de una comunidad para asegurar una vida
digna a cada persona que se desenvuelva en ese ámbito humano. Establecer que el
estado eduque, pensione o provea cuidado médico a quien carezca de otra
posibilidad o a quien así lo prefiera, es razonable, pero no lo es el entregarle
poderes monopólicos en esos ramos o hacer tan difícil cualquier actividad
privada que la haga imposible.
En la compleja sociedad del momento las propuestas de
que se garanticen constitucionalmente al ciudadano servicios y prestaciones
estatales muy amplias y diversas constituye el problema constitucional del siglo
XXI.
La libertad individual será el resultado del manejo
adecuado de esta difícil disyuntiva: como atender al ciudadano y mantener al
estado dentro de límites aceptables de modo que no asfixie al individuo, la
familia y con ello la libertad.
El pueblo cubano, como todos los que surgen
de la pesadilla socialista, está acostumbrado a que le "den" aunque sea poco,
malo e imprevisible. Es el sistema, y con frecuencia las personas sumidas en él
no captan claramente (porque la angustia de vivir no permite meditar a fondo) la
relación entre libertad y concentración del poder a través de los monopolios
estatales.
Este tema se ha analizado política y
demagógicamente en todas partes y sistemas. Hay ideología estatista fanática y también hay exageraciones en la
reacción a ese fanatismo que seguramente van a salir a relucir cuando se discuta
si el sistema a seguir tendrá o no un alto contenido estatista. Le pediríamos al lector cubano que ha tenido que
vivir bajo el sistema, que examine cuatro temas de sentido común que cualquier
observador puede constatar en su vida diaria: costos, proliferación de
servicios, burocracia administrativa y control político de la
burocracia.
Los costos se administran bien cuando a
alguien le duele el centavo. Tienen su sistema de auto-control en la
competencia. Hay que gastar lo necesario para crear un buen producto. Ni más ni
menos. El proveedor de bienes o servicios tacaño fracasa en la empresa privada
porque acaba proveyendo productos inferiores. De modo que el ahorro en costos
que degenera en codicia tiene su límite natural.
Pero el estado es impersonal. Con tal de
que cumpla el reglamento el burócrata se sabe seguro y su trabajo, justo es
decirlo, no es mejorar el reglamento sino cumplirlo. Cómo pudiera hacer mejor y
más barato el servicio es tema que no puede decidir por sí sólo y cambiar las
cosas en la administración pública usualmente conlleva gran esfuerzo y riesgo
personal. Pocos se atreven a enfrentar el problema. Por eso los servicios
estatales tienden a ser costosos y poco eficientes. Aunque puedan existir
excepciones, la tendencia es esa.
La prestación de servicios requiere
administración, y así la burocracia prolifera y crea nuevos puestos por una
razón también muy humana. Todos quieren progresar y en la burocracia se progresa
añadiendo asistentes.
Para el político cada nuevo puesto estatal
es un voto muy influenciable con lo cual se cierra el círculo del poder. Las
elecciones se ganan prometiendo. ¿Y qué mejor promesa que prometer servicios
"gratis" o a bajo costo que además crean empleo para sus votantes?
Una vez que existen prestaciones estatales
importantes surgen otras. Con las prestaciones vienen los impuestos que paga el
pueblo puesto que el estado en sí no produce nada. El ciudadano descubre que
nada es "gratis" y que cuando se llega a un exceso impositivo la libertad se
convierte en tiranía disfrazada. La Constitución del 40 tuvo un gran acierto en
este tema al intentar un sistema de presupuesto equilibrado por disposición
constitucional. No permitía suprimir ingresos sin una igual supresión de gastos,
ni incluir servicios cuyo costo no estuviese establecido en el presupuesto y contase con un ingreso definido[1].
Operar de otra forma equivale a aceptar que
la economía se resienta, porque nadie quiere trabajar intensamente para que el
producto de su trabajo lo gaste otro. El ciudadano que trabaja para pagar
prestaciones "gratuitas" que no son eficientes y sobre cuya calidad tiene poco
que decir tiene tres opciones: quejarse, pleitear en forma muy costosa cuando se
le perjudica, o votar por alguien que prometa reformas.
El abuso descrito es producto de la
concentración del poder económico y político. Llega a su máxima cota en una
tiranía socialista. La fuerza siempre intimida. Pero cuando sólo existe un
empleador, el miedo a perder el puesto y las prestaciones se torna en el más
eficaz instrumento de intimidación pues es constante.
Todos los sistemas políticos son más o
menos miméticos y cambian cuando es preciso. Cuando el sistema socialista se vea
forzado a "democratizarse" cambiará los métodos pero no los objetivos de
concentración del poder. Con facilidad podremos caer en una tiranía de facto con
una cara bondadosa: ''el estado niñera."
Para el pueblo de Cuba el estado niñera tiene
credenciales. Lo ha sufrido por más de 40 años y no ha sido niñera sino
madrastra. Ha creado hábitos muy peligrosos si se aspira a lograr una sociedad
libre. Es el mencionado: ¿Qué me dan? En política, el que da, cobra, y cobra en
poder.
Como contrapunto de la exageración del
estado niñera está la teoría del mercado llevada a su máxima expresión. Según
ella el estado debe ser sólo un árbitro porque supuestamente el mercado
eventualmente resuelve todos los problemas y distorsiones. Los marxistas y
socialistas llaman a dichas ideas neoliberalismo y lo presentan con
características truculentas que no existen sino en teoría libresca.
Una cosa es la teoría y otra la práctica de
gobierno que no acepta costos sociales muy altos si eso es lo que produce la
espera por la corrección de mercado. El estado liberal bien organizado acepta sus límites y conoce los de sus
gobernados. Sabe que los hombres no son ángeles y que debe vigilar ciertas
actividades humanas. Y lo hace. La regulación de los mercados de valores, de los
monopolios, de los conflictos laborales, etc. son ejemplos clásicos. La
intervención estatal para resolver una crisis y/o castigar a los que han
delinquido es común. Es simple teoría de gobierno y el mentado neoliberalismo
puro no existe en la práctica.
Los pueblos delegan el poder para que el
gobierno garantice una vida razonable en sociedad. Cuando se produce una crisis
se exige acción, y además sanciones, cuando esa crisis es consecuencia de un
delito. Lo que no puede existir es la impunidad por razones ideológicas. Es aun
peor que la impunidad por cohecho.
Los ideólogos económicos, que se dicen liberales puros y
protestan contra toda acción estatal, a menudo confunden la teoría económica con
la teoría de gobierno.
Y
lo mismo les ocurre a los ideólogos socialistas pero a la inversa. Los estatistas sistemáticos confunden su particular teoría de
gobierno con el buen manejo económico.
No hay que caer en "ismos inútiles" para dictar una buena constitución. El quid
del asunto consiste en como organizar el gobierno para que funcione
satisfactoriamente sin que su poder se extralimite. Una buena constitución hace
eso: divide y regula el poder para lograr un equilibrio entre los órganos de
gobierno a los cuales concede funciones específicas propias de su competencia.
Nada nuevo, es la teoría de la división de poderes, la novedad consiste en la
complejidad de ese sistema en el mundo actual.
En ese complicado entorno surgirá la nueva
república cubana y tendrá que enfrentar una disyuntiva:
O
sigue arrastrando mas o menos explícitamente la cadena
de la mentalidad y los lemas del socialismo o enfrenta lo que era falso y toma
un rumbo nuevo.
Como se resuelva la disyuntiva definirá el futuro. Más
de cuarenta años de consignas y falsedades han creado una gran confusión,
contradicciones internas y pésimos hábitos. El pueblo cubano quiere justicia
política, económica y social, pero requiere un cambio en su manera de pensar y
actuar que tendrá que ser efectivo y no meramente
retórico.
Redactar un documento es relativamente
fácil. Crear un sistema que funcione no lo es. La sociedad cubana, al considerar
y discutir un nuevo proyecto de república, debe plantearse ciertas cuestiones
básicas que son la semilla de la libertad actual y futura. En este coloquio
intentaremos plantear algunas:
¿Tenemos o no
suficiente madurez como nación para crear un instrumento constitucional
coherente y útil?
¿Entiende el pueblo de Cuba porque han fracasado
nuestros dos anteriores proyectos de república?
¿Entiende como llegar a la libertad sin caer en una
transición carente de garantías?
¿Entiende que este intento es vital para que Cuba por
fin cuaje como un país respetado por su justicia y dinamismo?
¿Conoce los costos y donde radican los peligros?
¿Entiende que es necesario dividir el poder para
garantizar la libertad?
¿Entiende cómo protegerse de crear un sistema político
inoperante? ¿Capta que es indispensable crear controles institucionales muy
fuertes y apoyarlos?
III- CONTESTANDO LAS PREGUNTAS
¿Tenemos o no
suficiente madurez como nación para crear un instrumento constitucional
coherente y útil?
Es hasta cierto punto una pregunta retórica
porque con madurez o sin ella tendremos que bailar en este baile. Sería
razonable decir que de inmediato no tendríamos la madurez necesaria porque
habríamos surgido de una catástrofe y adaptarse a la normalidad requiere cierto
tiempo. Pero tampoco la teníamos al acabarse la guerra de independencia con el
agravante de que existía un alto índice de analfabetismo. Sin embargo la
Constitución de 1901 fue un buen documento. Y la Constitución del 40 dictada
después de una década de desórdenes, con multitud de partidos y tendencias
disputándose los escaños para ir a la constituyente, fue un buen compromiso.
No hay que ser extremadamente pesimistas
porque personas con capacidad de hacer un buen documento las hubo y las habrá.
El problema consiste en como llegan esas personas a la constituyente, en como
los identifica el pueblo que los va a elegir y que criterios va a utilizar ese
pueblo.
La respuesta está en la libertad de
expresión y en el uso de los medios de comunicación social para informar, educar
y ganar adhesiones a ideas concretas. Así se fundan partidos. En 1901 las
personas sólo tenían periódicos pero muchos constituyentes eran libertadores
bien conocidos. En el 40 había partidos políticos y medios de comunicación
masiva. En el siglo XXI hay muchos más medios, pero existe gran desinformación,
confusión, trauma y ansiedad.
Por ello hay que exigir al gobierno
interino que estructure de inmediato un sistema de información veraz al
ciudadano, abra los medios de comunicación social, y permita el discurso
político sobre la esencia de la libertad. Sabemos que el pueblo cubano está
harto de las mesas redondas de Castro pero discutir los temas con un énfasis más
didáctico que político es preciso al principio. Hay que informar verazmente.
Sólo entonces podrá el pueblo formarse un criterio y comenzar a conocer los
posibles aspirantes a delegados a una constituyente y sus
capacidades.
No será fácil y es de preverse que quizás
tampoco sea satisfactorio pues quien controla los medios controla el acceso a
ellos. Pero podrá remediarse si se abre el sistema a la compra de estaciones de
radio por personas o entidades no gubernamentales y si se permite la publicación
sin restricciones de material impreso. En cuanto a la TV la venta a grupos
privados también debe estudiarse.
Pero en todos los casos, bien que el radio
y la TV sean estatales o privados, será necesario estudiar como se maneja el
acceso a las diversas opiniones de modo que ninguna corriente importante de
pensamiento no totalitario quede excluida.
Tanto la TV como el radio en la Cuba post Castro deben tener inicialmente
algunas de las características y obligaciones de un
servicio público, cualesquiera sean sus dueños, por lo menos hasta que
se estabilice el país y se formen corrientes de opinión independientes. Esto
implica separar una cantidad de tiempo gratuito para el discurso político
abierto a los partidos y no simplemente venderle tiempo a quien pueda
pagarlo.
¿Entiende el pueblo de Cuba porque han fracasado
nuestros dos anteriores proyectos de república?
¿Entiende que este intento es vital para que Cuba por
fin cuaje como un país respetado por su justicia y dinamismo?
Estas dos preguntas son el anverso y el
reverso de la cuestión. En cuanto a si entendemos las causas de nuestro fracaso
republicano me temo que solo ahora estamos empezando a meditar seriamente sobre
ello. Hasta hace poco teníamos una actitud nostálgica sobre nuestro pasado. Cosa
natural, pues en buena parte era una reacción a la desinformación castrista, que
arremetió contra todo lo que existió antes de 1959 como si no valiese nada. Y
eso no es cierto, pero tampoco lo es idealizar la historia. La realidad es que
las primeras décadas de la República tuvieron sus altos y bajos pero
esencialmente se intentó respetar la legalidad constitucional. No obstante,
desde la prórroga de poderes de Machado (en el 1928) Cuba vivió un
republicanismo constitucional de carácter irregular de 1928 a 1940 y un
republicanismo normal pero deficiente del 1940 al 1952.
En este período del 28 al 52 hubo enmiendas
constitucionales de dudosa legalidad o sea, la propuesta por Machado y aprobada
por un congreso servil, constituciones dadas por decreto en el período post
Machado y un principio de vuelta al republicanismo durante el período que siguió
a la promulgación de la Constitución del 40. Sin embargo el republicanismo
sufrió porque el pueblo confundió el sistema con los políticos como
inevitablemente sucede cuando buena parte de los que tienen el poder no se
conducen como corresponde a sus cargos.
Nuestro republicanismo llegó escuálido y raquítico al
golpe de estado de 1952 y no por falta de talento y gente de valer, pues al fin
y al cabo la Constitución del 40 fue prueba de capacidad; sino porque caímos de
nuevo en la manía revolucionaria que siempre nos ha consumido en mayor o menor
grado.
Esta es la mayor causa de nuestro fracaso
republicano. Si no gano, me alzo, conspiro, doy un golpe. Así provocamos la
segunda intervención americana, unos por intentar forzar la elección y otros por
alzarse a la primera de cambio, tema en el que seguimos revolviéndonos durante
los primeros 28 años de república y que no llegó a más (es triste decirlo) por
la supervisión de los plattistas que egoístamente no
querían problemas que afectasen sus negocios, porque de nuestra parte
probablemente nos habríamos destrozado alegremente.
Y después de Machado la "revolución", como
método de gobierno, cobró inusitada valía. El partido auténtico se llamaba en
realidad Partido Revolucionario Cubano, los ortodoxos de Chibás se llamaban así porque alegaban tener la verdadera
ortodoxia revolucionaria. Alrededor de esta doctrina y al margen de los partidos
pululaban grupos con nombres truculentos que tenían más características de
pandilla que de agrupación política. Castro surgió de dicho
ambiente.
Carecíamos además de un número importante
de asociaciones civiles no partidistas que propugnasen incansablemente el método
institucional contra el revolucionario. El modelo estudiantil era la
revolución, la manifestación que acababa en violencia. Las elecciones
estudiantiles se efectuaban con pistolas porque de líder universitario se
egresaba a la política y era importante salir electo, no para ayudar a los
compañeros sino para ayudarse a sí mismo.
Así las cosas, la pasividad ante el diez de
Marzo no fue de extrañar. Se ha dicho que se debió al cansancio y a la
propaganda devastadora de Chibás contra los auténticos
y todo ello es cierto; pero lo que no se ha resaltado es que Batista hizo lo que
muchos cubanos hubieran querido hacer: dar la "cañona"
para ponerse él. Fue una validación cuartelera del "método revolucionario."
Y por estar hartos de oírlo el pueblo
concluyó que el que toma el poder en la forma que sea, manda. No sólo el pueblo,
nuestro flamante Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales aceptó la
fuerza como fuente de Derecho Constitucional y desestimó un recurso de
inconstitucionalidad contra la ley constitucional decretada por Batista (otra
vez constituciones por decreto) que era sólo una copia de la Constitución del 40
adaptada a la conveniencia del régimen. Y ese Tribunal constaba de magistrados
nombrados por gobiernos auténticos, pero prefirieron mantenerse en el cargo a
mantener la institucionalidad (aunque una minoría digna votó en contra), pues la
quebraron al aceptar que un golpe cuartelario deroga
una constitución votada por una asamblea electa por el pueblo y que el
detentador del poder tiene derecho a dictar la que le
parezca.
El pueblo sólo tenía una idea vaga de la
magnitud institucional del problema pero la intuía y la resentía. Castro, buen
psicólogo, usó el sentimiento y basó su programa en el restablecimiento de la
constitución y la normalidad para casi de inmediato declarar en 1959:
"¿Elecciones para qué?"
Y
el pueblo se lo aceptó porque el modelo revolucionario era el que calaba y no el
modelo institucional. Es cierto que Castro engañó pero éramos propensos al
engaño y nos gustaba el invento.
El resultado lo conocemos, más de 40 años
de horrible dictadura, destrucción de buena parte de la nacionalidad, confusión
tremenda, materialismo de vivir solo el presente, desconfianza en el futuro,
producto inevitable de tantas promesas incumplidas y mentalidad de "resolver
hoy" a como de lugar y mañana veremos.
El esfuerzo para superar esta situación
será enorme pero hay que hacerlo porque ahí está la respuesta a la segunda
pregunta.
¿Entiende el pueblo que este intento es vital para que
Cuba por fin cuaje como un país respetado por su justicia y
dinamismo?
Si no lo hacemos ahora y lo hacemos bien
Cuba será, tal vez por una generación entera, un país con una pobre identidad
que dará tumbos hasta asentarse y como y en qué se asentará nadie lo sabe. Y
hacer las cosas bien significa crear un marco institucional serio y realista.
Serio, porque debe haber compromiso ciudadano para que se cumpla, pues en eso
consiste el patriotismo y no en los discursos. Realista porque hay que crear un marco
institucional que garantice la libertad
permanentemente, y que funcione en el siglo XXI. Y no uno que satisfaga las
preferencias ideológicas de los constituyentes.
Los futuros constituyentes tendrán una
enorme responsabilidad: Lograr que ciento cincuenta años de esfuerzos produzcan
el resultado apetecido.
¡Ya es hora!
Otra pregunta:
¿Entiende el pueblo cubano como llegar a la libertad sin
caer en una transición demorada y carente de
garantías?
Se trata de un tema muy importante porque
un fallo en esta etapa viciaría todo el proceso de volver al estado de derecho y
a las libertades ciudadanas. Por un lado hacer las cosas a la ligera es garantía
segura de que salgan mal. No se puede aceptar un sistema que cree una
"democracia formal y retórica" con poco contenido sustancial de garantías
ciudadanas, ni tampoco pretender una perfección tal que haga la celebración de
elecciones un evento para las calendas griegas. Las circunstancias no lo
permitirían.
Hay varios remedios.
A) Para empezar hay que derogar la
"intocable" constitución castrista que es la base legal de la tiranía. Hacerlo
es enfrentar la disyuntiva que planteábamos al principio de este trabajo. Dejar
de hacerlo es aceptar que el yugo es modificable. Jurídicamente no tiene
remedio, es una monstruosidad como hemos demostrado en otras ocasiones.[2]
Ello no significa cambiar de inmediato la organización administrativa, adefesio
con el que hay que bregar, pues en realidad está plasmada en innumerables leyes
y regulaciones que habrá que examinar para derogarlas y/o modificarlas con
sentido común. Temporalmente podría gobernar un presidente provisional con un
consejo de ministros que necesariamente tendrá facultades legislativas. Pero
sujeto a la supervisión del Tribunal de Garantías citado en el punto (c) a fin
de controlar el poder e ir creando los hábitos correspondientes a un estado de
derecho.
B) Como medida temporal el gobierno debe
dictar de inmediato una ley de garantías ciudadanas que bien pudiera recoger el
contenido del título IV (Arts. 24 al 40) de la
Constitución del 40. Contiene todo lo inmediatamente necesario y está
redactado.
C) Dado el supuesto anterior, la creación
de un Tribunal de Garantías (aunque fuese sólo un adelanto provisional a un
tribunal nombrado con los requisitos usuales) que amparase el ejercicio de esas
libertades sería una necesidad. El tema presenta muchas aristas judiciales de
difícil solución que no procede estudiar aquí pero como medio de ir
acostumbrando al pueblo al imperio de la ley es idóneo. [3]
D) Depuración de los Tribunales de Justicia
y creación de programas de entrenamiento para nuevos jueces. Creación de una
Corte de Apelaciones o Audiencia que provisionalmente revise la actuación de los
jueces que queden en funciones durante la transición. Se trata de un tema muy
extenso que hemos comenzado a tratar por separado.[4]
E) Dictar una ley de lustración o
inhabilitación que abarque los colaboradores de importancia del régimen en los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial según se defina.
F) Otro remedio de contenido práctico sería
entrar en la democracia por etapas bien definidas a fin de "entrenar al pueblo."
La falta de práctica en el libre ejercicio de los derechos es en la política el
equivalente de la falta de entrenamiento para un atleta. Para el vital ejercicio
cívico de una elección no se puede estar fuera de forma. El pueblo cubano cuenta
con más de cuarenta años no sólo de inactividad cívico/política sino, lo que es
peor, de actividad política desnaturalizada.
Dado este hecho el gobierno de transición
podría marcarse hitos, con fechas a cumplir, para organizar el sistema electoral
y los partidos, y convocar a elecciones municipales como primera providencia.
Esto pudiera hacerse sin tener que resolver de antemano el tema constitucional y
determinar la función de los municipios. No es tema difícil. El municipio fue
nuestra primera institución importante y tenemos una excelente tradición
plasmada en la antigua Ley Orgánica de los Municipios que puede adaptarse al
momento. El comenzar de abajo hacia arriba tiene sus ventajas. En las
comunidades más pequeñas se sabe quien es quien y es menos fácil hacer demagogia
o intimidar. La creación de alcaldías independientes, con presupuesto propio y
capacidad impositiva, conllevaría la necesidad de crear instituciones de
inspección y control como el antiguo Tribunal de Cuentas; pero esto puede
hacerse y es otro paso hacia la restauración institucional por
etapas.
Lo interesante de esta propuesta es que ya
se puso en práctica en otra ocasión. En efecto durante la primera intervención
americana se efectuó primero la elección municipal que tuvo lugar el 16 de Junio
de 1900 y el primero de Julio tomaron posesión de sus cargos los Ayuntamientos
electos. El 15 de septiembre de 1900 se realizaron las elecciones para la
Constituyente.
Para ambas elecciones se dictó una Ley
Electoral que concedía el voto solamente a los mayores de 21 años que supieran
leer y escribir o tuviesen un capital de $250.00, excepto si habían sido
miembros del ejército libertador lo cual eximía de cualquier requisito. Esos
requisitos, y en particular el de activos mínimos, suenan fuera de lugar hoy en
día pero eran otros tiempos y lo que se buscaba era que los analfabetos o
desposeídos no pudieran ser explotados por los demagogos fáciles de palabra que
prometen todo. El propósito no era absurdo pues se trataba de asentar la
república sobre bases sólidas y el analfabetismo era
endémico.
La historia a veces juega con nosotros en
forma irónica. Saltando un siglo adelante, tenemos hoy un problema similar pero
con causas diferentes. Hay un tema que muchos quieren soslayar pero que es
preciso tocar. ¿Quién votará en Cuba? ¿Quién aspirará a cargos públicos? En
definitiva la calidad de la transición y las garantías de que el proceso llegue
a buen término depende de las personas electas.
¿Tienen el mismo derecho a votar y a aspirar a cargos
públicos los "apparatchiks" del gobierno, los miembros
de la seguridad y sus secuaces que los ciudadanos que los han sufrido por más de
40 años? ¿Es
lícito inhabilitarlos para el ejercicio del voto y los cargos públicos visto el
cargo que ocupaban? ¿Es práctico y justo el
hacerlo?
Ensayemos algunas respuestas. En primer
lugar la cuestión práctica que trasciende la personal. Es lógico suponer que en
algún momento resuene el grito solapado:"apparatchiks
del mundo uníos" y que busquen militar en algún partido
. La historia de Rusia y Europa Oriental indica que así ha ocurrido.
Después de cierta edad las personas no quieren admitir que se equivocaron y Cuba
no será diferente. Ese sector sería el que vote por el partido de los apparatchiks o quien encarne su punto de vista bajo otro
nombre pues la hidra no quedará descabezada sino con trabajo.
Aunque surjan otros con diferentes caras el inhabilitar a ciertos posibles
candidatos es deseable. Los países no se regeneran sin ejemplos morales.
Inhabilitar no debe ser visto como una venganza contra un grupo sino como un ejemplo
moral. Cuba necesita paradigmas de conducta diferentes a los que han regido por
cuatro décadas.
Volvamos a los ejemplos. Todos los países
de Europa oriental han enfrentado este problema. Todos han dictado las llamadas
leyes de "lustración", término que etimológicamente significa
purificar.
Hay que hacer diferencias en cuanto a los
cargos y las personas. Un buen ejemplo es la ley checa #451 del 4 de Octubre de
1991 que define los requisitos para ocupar cargos electivos por simple
nombramiento o por nombramiento con aprobación por otro cuerpo del estado. Es
amplia en cuanto incluye no sólo altos cargos administrativos en los ministerios
sino también en empresas paraestatales, los medios de comunicación, las oficinas
de apoyo al parlamento, a las academias de ciencia, y a los tribunales. También
incluye los cargos de ejército que conduzcan al ascenso a coronel, general o
attaché militar.
Las personas que aspiren a esos cargos no
deberán haber sido oficiales de la seguridad del estado, informantes o
colaboradores conscientes de la misma, o miembros con cargo importante, del
partido comunista. En cuanto a los servicios de seguridad inhabilita para ocupar
cargos a aquéllos que figuraban con cargos de oficiales, estudiantes en las
academias del servicio o colaborador o informante registrado.
La ley estableció un procedimiento para
verificar las circunstancias. Vaclav Havel se quejó de no haber inhabilitado a más marxistas
importantes. Pensamos que el objetivo de Havel era el
señalamiento social de una mala conducta,
continuada e hipócrita en las altas esferas. No es posible pensar que
quien tuviese una historia totalitaria por décadas pueda ser considerado de
repente como persona con proclividades democráticas y con plenos derechos
civiles y peor aun que pretenda guiarnos por sendas
democráticas.
La medida tiene que ser bien pensada pues
no se trata de marcar con la misma brocha a todas las personas que hayan
ostentado algún cargo con el régimen. Al fin de cuentas el gobierno era el único
empleador. Pero para el pueblo resultará relativamente fácil saber quienes eran
los "tracatanes" del régimen y sus "cachanchanes", términos criollos que para el pueblo serán
mejor definición que la que plasme la ley. Y el pueblo será el que reclamará.
Los de pacotilla no merece la pena inhabilitarlos para
ejercer el voto. No queremos cacerías de brujas, ni certificados de "limpieza
mental". Eso lo hicieron ellos. Cada cual que piense lo que quiera y lo exprese
pero organizarse para imponernos de nuevo por la fuerza su pensamiento es harina
de otro costal.
Por ello lo verdaderamente importante de
este análisis es: ¿Cómo se trata el tema partidos desde un punto de vista
constitucional?
¿Se deben permitir partidos que tengan objetivos
totalitarios?
Al meditar sobre la organización política
de un futuro estado cubano hemos consultado muchas fuentes y una que contiene
valiosos antecedentes es el proceso constitucional alemán de la post guerra. Es
útil para el caso cubano porque se trata de un régimen mucho más unipersonal que
ideológico, como fue el de Hitler, aunque ambos
tuvieran que crear una ideología con fantasmas y enemigos externos e internos
para manipular a las masas. No creemos que las raíces ideológicas marxistas sean
verdaderamente profundas en Cuba. Sí lo son las del caudillismo, así como las
de los malos hábitos que las tiranías engendran.
Es una verdad evidente que una sociedad,
que surge de una larga tiranía dedicada a la propaganda y a la agitación
constante, deba tener derecho a regenerarse y vivir en paz sin que se vea
constantemente asediada por agitadores organizados políticamente bajo diversos
disfraces. Como hacerlo sin menoscabar la libertad personal es un problema a
resolver pero una formulación útil es la de la constitución alemana que
enfrentada con el mismo problema, lo resolvió así: (mi
subrayado)
Art. 21.2 "Son inconstitucionales los partidos que por
sus fines o la conducta de sus seguidores se propongan menoscabar o
destruir el orden fundamental libre y democrático y poner en peligro la
existencia de la República Federal de Alemania. Corresponde al Tribunal
Constitucional declarar dicha
inconstitucionalidad."
Este precepto mejora el contenido del Art.
37 de la Constitución del 40 que enfrentada a la doble amenaza del fascismo y el
comunismo también consideró el problema al expresar: "Es
ilícita la formación y existencia de organizaciones políticas contrarias al
régimen del gobierno representativo democrático de la República, o que atenten
contra la plenitud de la soberanía nacional."
Lo mejora porque se entra a considerar los
fines o la conducta de los afiliados
al partido y refiere la resolución del asunto al Tribunal Constitucional con lo
cual convierte el problema en tema de relevancia fundamental para la sociedad en
vez de lo que pudiera ser considerado como asunto meramente partidista.
De esta forma se va al fondo sin entrar a
perseguir al individuo por sus ideas, pues puede tener todas las ideas
totalitarias que quiera y aun expresarlas por todos los medios (para eso está la
libertad de expresión personal) pero organizarse políticamente para imponerlas
es un evento al que una sociedad como la alemana pone coto porque el precedente
fue funesto.
En la Cuba post Castro será necesario
pensar estas cosas muy a fondo a fin de plasmar una sociedad libre y
constructiva. Desde luego, proponer lo anterior y ser acusado de totalitario y
anti-democrático por los que efectivamente lo fueron
va a ser evento simultáneo. Así son los totalitarios, pero no importa, su
momento ya habrá pasado.
¿Conoce nuestro pueblo los costos de un estado
democrático y donde radican los peligros?
¿Entiende que es necesario dividir el poder para
garantizar la libertad?
Ambas preguntas van entrelazadas porque la
democracia es cara en materia de paciencia y de tolerar puntos de vista y
actitudes irritantes. Lo que de paso sea dicho no es lo mismo que tolerar la
subversión consciente y sistematizada para imponer el totalitarismo según
explicamos anteriormente. Ejemplo: Supongamos que una esquina del parque central
en La Habana se habilita estilo Hyde Park en Londres para que los ciudadanos, desde una tribuna
improvisada, digan lo que quieran. Y a diario un comunista histórico decide
pararse en esa esquina y decirnos que un sólo partido, una sola opinión, un solo
dueño de los medios de comunicación y producción es el sistema ideal. No hay
duda de que para muchos será irritante pero hay que dejarlo hablar y el hablador
tendrá que sufrir las respuestas y/o denuestos que reciba.
Es un costo de la democracia. Como también
lo es la lentitud en adoptar decisiones y dictar leyes y políticas porque hay
que oír a muchos. La democracia, como permite la libertad de actuación y
expresión, es un sistema aparentemente "desordenado." A menudo parece andar
con la cabellera suelta y
desgreñada. Requiere atención, virtud ciudadana y sobre todo vocación por parte
de la población. No es automática, si no se cuida desaparece y por ello el costo
social es alto. Requiere, por así decirlo, un capital social de compromiso y
defensa de la libertad que hay que gastar y reponer
constantemente.
Es un problema bien serio para un país que surge de una
tiranía sin hábitos de protesta, y con hábitos de sumisión. Y aquí el temor es este: después de
cuarenta años de sumisa aceptación de lo que diga el gobierno podemos desembocar
en descabellada explosión de protesta contra todo, simplemente porque ahora sí se
puede.
Aprender a protestar en forma útil y
democrática es una asignatura que los cubanos tendrán que aprender. El ciudadano
que razona con las autoridades y usa la ley para exigir el cumplimiento de las
obligaciones del funcionario o el estado, es el que hace patria. Es usar el
método institucional y no el revolucionario que
criticamos.
Lo cual nos da pie para contestar la
pregunta sobre la división del poder. Las instituciones se crean para eso
precisamente, para dividir el poder. Y el poder se divide para que haya
libertad. El Padre Varela dejo un buen sumario de la cuestión cuando en sus
Cartas a Elpidio nos decía:
“Por más protestas que hagan los gobernantes, el placer
de mandar es una miseria de la naturaleza humana de la que no pueden
librarse. Fórmase pues un ídolo del Poder que como falsa
deidad no recibe sino falsos honores y el que lo ejerce es el primer miserable a
quien cautiva.”
“Los buenos gobernantes son unos hombres justos que
resisten y vencen una tentación muy poderosa y… son muy raros para desgracia del
linaje humano. La generalidad de
los mandarines si no son tiranos desean serlo... he aquí porque he dicho que la
tiranía es el ídolo de casi todos los gobernantes.”
Varela arremete contra todos los ídolos. El
poder es el mayor de ellos y el más difícil de contentar.
Por ello, crear instituciones es, nada más y nada menos, que
crear equilibrios y frenos al poder. De modo que nadie que lo tenga
pueda campear por sus respetos sin dar cuenta de su gestión o sin tener limites bien marcados a su campo de
acción.
Y esto en definitiva es lo que tiene que
entender bien el pueblo de Cuba. Les podrán hablar de todos los "ismos" pero sólo hay dos métodos de gobierno:
Los que concentran el poder y los que dividen el poder.
Los primeros inevitablemente acaban en
tiranía pues la naturaleza humana no es capaz de vencer la tentación del poder.
Los segundos, con sabiduría, aceptan esa condición humana y dividen las
funciones en aras de la libertad. Es cierto, la división tiene sus costos. Se ha
dicho muchas veces que en teoría un sistema de gobierno con un monarca absoluto
brillante, justo, bueno, equitativo y humilde es mejor sistema que ninguno. Pero
no ha existido dicha persona y si existiera tendría que buscar gente de igual
condición a la suya para que fueran sus ministros, tarea de imposible
cumplimiento. En nuestro caso ya probamos el sistema de "comandante ordene",
equivalente moderno del "sí mi amo" de los tiempos de la esclavitud.
No sería necesario remachar el punto si no
fuera porque los sistemas modernos de comunicación y de manipulación psicológica
son tremendamente sutiles y eficaces en esconder y disimular las peores
intenciones, presentando siempre como justificación causas nobles o propuestas
que parecen ser razonables pero que conducen a concentraciones de poder. Es por
eso que comenzamos criticando el estado niñera. De niñera se llega a madrastra
en cortas etapas.
El método es simple. Ofrecer servicios
simplemente porque la persona existe. Tratarla como niño y no como adulto. Esto
no tiene límites, abarca toda la población, y permite infinidad de variaciones
ya que el niño siempre hace algo mal que no entiende y es preciso educarlo. A
los críticos se les acusa de ser insensibles a las necesidades del prójimo.
La
realidad es la que primera necesidad del prójimo es llegar a ser lo que puede
ser. Una sociedad próspera no mantiene a sus hijos en dependencia perpetua. Su
función debe ser proveer oportunidades. Al que se esfuerce y al que sin culpa
suya sufra una desgracia ayudarlo. Eso es ser sociedad seria y preocupada y lo
otro es utilizar las emociones y defectos de las personas para perpetuarse en el
poder.
El pueblo cubano ha sufrido esta propaganda
por décadas. La revolución es la mamá y el papá de los cubanos y Castro es su
encarnación viviente. Es producto de la psicología desquiciada del tirano que no
contento consigo mismo buscar difundir e imponer sus ideas a otros. El padre
Varela lo definió con su habitual genio: "¿No ves con cuánto empeño procura
obtener sufragios? Pues no es otro su objeto sino encontrar probabilidad a sus
ideas por su difusión. Reconoce su debilidad....y para acallar las inquietudes
que ella le causa, quiere convencerse a sí mismo que es un recelo infundado,
pues no es probable que muchos entendimientos perciban del mismo modo sin que
haya sólidas razones para esta unidad."
Hay una gran pobreza en el sistema
castrista porque no conduce a nada que eleve al ser humano. Está basado en ser
víctima desafiante y odiadora de todo y de todos los
que no la complazcan y acepten la justicia absoluta de sus quejas; y la virtud
también absoluta de su actuación dañe a quien dañe. Está diseñado para difundir
la psicosis de su creador y su ansia desmedida de poder. Estos lastres no deben
pasar a una nueva república cubana, y a su documento constitutivo, disfrazadas
de otra cosa. No pasarán si dividimos el poder y cobramos confianza en nuestra
habilidad para regir nuestras vidas y producir, cosa que el cubano ha demostrado
que es harto capaz de hacer en cuanto recibe la
oportunidad.
¿Entiende cómo protegerse de crear un sistema político
inoperante? ¿Capta que es indispensable crear controles institucionales muy
fuertes y apoyarlos?
Las instituciones existen para limitar el
poder y su uso y para evitar que la demagogia y la mentira conformen una
sociedad. Un sistema político inoperante carece de instituciones o las que tiene
no funcionan porque han sido desvirtuadas.
En la Cuba post castro nos enfrentaremos a
una carencia casi absoluta de las instituciones que hacen funcionar una sociedad
democrática. Para protegernos debemos incorporar ciertos principios en un
documento constitucional. Son los que conforman los derechos a que hicimos referencia al comenzar este ensayo.
Para hacerlo hay que meditar y no
reaccionar. Varela nos dijo que debemos pensar con cabeza propia y ese es el
principio básico. El pueblo cubano tiene que entrar en esa onda de pensamiento
si quiere progresar con libertad. Nada más importante para volver a la
normalidad que escoger bien. Saber lo que se quiere y por qué se quiere. Y quien
lo propone. Si no lo hacemos no tenemos derecho a
quejarnos.
A continuación una lista de temas
esenciales para la construcción de la república que debe meditar el cubano
votante, a fin de pensar con cabeza propia:
·
El
discurso político tiene que ser analizado serenamente y no sólo escuchado
emotivamente. Y siempre analizado en función de
libertad. Es el valor que perdimos por escuchar emotivamente y el que queremos
recuperar sobre todo lo demás.
·
Hay
dos formas de gobiernos: los que concentran el poder y crean tiranías y los que
lo dividen y crean sociedades libres. Toda reflexión debe basarse en ese simple
principio.
·
Libertad y concentración del poder son términos
opuestos. Aunque por triste experiencia eso esté claro en muchas mentes no es
difícil desviar a la ciudadanía por otros derroteros. Basta proponer multitud de
servicios a ser prestados por el estado (usualmente enunciados como derechos en
la constitución) y sin decir que significan carga de impuestos, burocracia y
control político.
·
Los
principios constitucionales plasmados como derechos llegan a hacerse ley tarde o
temprano. Toda sociedad tiene derecho a plasmar sus aspiraciones en una
constitución, pero debe ser disciplinada y exigir que lo que se propone tenga una fuente clara de pago pues de
lo contrario se abre el camino a la demagogia. Si prometes debes decir cuanto
cuesta y como vas a recaudar el costo.
·
Los
funcionarios que prestan los servicios tienen que ser remunerados adecuadamente
es decir a nivel de empresa privada porque eso evita la corrupción.
·
Crear
servicios y burocracia mal remunerada es una receta segura para la corrupción y
la politiquería. Cubrir muchos puestos mal remunerados con gente incompetente es
mas fácil que cubrir uno bien remunerado con una
persona de valor. Y consigue más votos.
·
Pagar
justamente nos da la medida de lo que podemos hacer y cuales son nuestros
límites como sociedad.
·
Las
garantías constitucionales que describimos al principio de este trabajo en los
puntos (a), (b), (c) y (d) tienen historia constitucional en Cuba. La
preocupación constitucional por la educación, una pensión, la asistencia médica,
el trabajo, la libertad sindical, la protección al trabajador, etc. tampoco son
cosas nuevas. No sólo tienen antecedentes en la Constitución del 40 y en la de
1901 sino que existe abundante jurisprudencia anterior a Castro particularmente
en temas laborales. No hay duda de que esas garantías serán mantenidas y puestas
al día. Este no es lugar para entrar en detalles. Lo que hay que cuidar es la
implementación.
·
Implementación significa respeto a los derechos
garantizados por la constitución. No significa concederle a cada cual lo que le
parezca adecuado. Las mayorías deciden en una democracia, pero con respeto a los
derechos constitucionales de los demás que no es lo mismo que sus preferencias.
En eso consiste el contrapunto mayoría /minoría.
·
No hay
recurso contra una mala implementación de la constitución que nos demos sin un
Tribunal Constitucional de calidad que sea respetado y absolutamente
independiente. De lo contrario habremos creado un documento retórico.
·
El
Tribunal existe para resolver disputas en cuanto al alcance de los derechos
individuales frente al estado. También resuelve las disputas entre los órganos
del estado. El Tribunal es en sí solo un local y unas personas. Su
autoridad viene de la conciencia social de su importancia para lograr un estado
de derecho.
·
Debemos entender que si un funcionario acostumbrado al
sistema arbitrario de cuatro décadas desobedece una sentencia u orden legítima
del tribunal atentaría contra la libertad que se basa en el respeto y la
aceptación de las instituciones. En realidad estaría desobedeciendo al pueblo de
Cuba que creó las
instituciones para poder vivir en paz.
·
No hay
libertad civil sin compromiso ciudadano para defenderla por medios pacíficos. En
casos flagrantes de irrespeto a la voluntad popular el ejercicio de todos los
derechos dados por la constitución, o sea protesta masiva por los medios de
comunicación manifestación, petición, etc. para exigir el cumplimiento de la ley
sería indispensable.
·
Al
igual que no hay constitución sin Tribunal Constitucional que vele por ella, no
hay sociedad civil, ni estado de derecho, ni libertad sin tribunales civiles que
apliquen la ley y sirvan de árbitros. El grado de civilización y
viabilidad de una sociedad avanzada se mide por su capacidad de solventar
conflictos pacíficamente. Los tribunales deben ser neutrales, es decir
apolíticos, competentes, justos y honestos. Todo lo contrario de lo que han sido
por más de cuatro décadas.
·
La
sociedad civil protegida por los tribunales no puede existir sin propiedad y
empresa privada. Por eso siempre se han protegido ambas constitucionalmente. Así
se protege también al trabajador que labora para ser propietario o empresario
particular si así lo desea. Si el estado es enorme, asfixia la sociedad civil.
·
La
sociedad civil necesita de libertad para ejercer las profesiones liberales. Los
médicos, abogados, contables y otros profesionales no deben ser exclusivamente
empleados estatales. Este principio y el anterior son indispensables para
dividir el poder y dar opciones a los ciudadanos frente al estado.
·
Contamos con una excelente tradición judicial y buenas
leyes para su organización que datan de los comienzos de la república. Asimismo
las constituciones cubanas se ocuparon de proteger los principios de
independencia del poder judicial. Debemos depurar los jueces y tribunales políticos de Castro. Es un
elemento esencial que debe exigir el pueblo. Sin él tendríamos solamente la
apariencia de estado de derecho que estaría vacío de contenido ya que los
encargados de aplicarlo serían los que lo han suprimido por más de cuatro
décadas.
·
No hay
democracia, ni respeto al derecho ajeno, ni tribunales justos, ni honestidad en
el gobierno si esas cualidades no existen en el pueblo. Todos los grandes
pensadores que han tratado el tema convienen en una cosa: sin VIRTUD CIUDADANA
no hay libertad.
·
La
virtud se inculca básicamente en la niñez y en el seno de la familia. Por eso la
educación es patrimonio inalienable de los padres que tiene derecho a opinar y
actuar respecto al programa de instrucción de las escuelas públicas u optar por
una privada si no gustan de él.
Para concluir: será largo y difícil salir
de un período que ha hecho tanto por corromper la moral del pueblo cubano. Sin
embargo también hay pésimos ejemplos externos y teorías sociales tan corrosivas
como el marxismo que influirán en el futuro y que habrá que combatir.
Pero podemos salir adelante. Cuba cuenta
con gente que ha sufrido y reflexionado. Tendrán una labor ardua frente a sí.
Pero confío en que saldremos adelante con el concurso de los pocos, de los
buenos, de los de siempre, palabras de ese Martí tan abusado por el régimen y
los politiqueros de todas la épocas, pero que sí sabía pensar y expresarse con
cabeza propia, para crear por fin una Cuba con todos y para el bien de
todos.
[1] Art.257. El Congreso no podrá incluir en las
leyes de presupuesto disposiciones que introduzcan reformas legislativas o
administrativas de otro orden, ni podrá
reducir
o suprimir ingresos de carácter permanente sin establecer al mismo tiempo otros
que los sustituyan, salvo el caso en que reducción
o
suspensión corresponda a la reducción de gastos permanentes de
igual
cuantía; ni asignará ninguno de los servicios que deban dotarse en el
presupuesto
anual
cantidad mayor de la indicada en el proyecto del Gobierno. Podrá por
medio de las leyes crear nuevos servicios o ampliar los existentes. Toda ley que
origine gastos fuera del presupuesto, o que represente en el porvenir
erogaciones de esa clase, deberá establecer, bajo pena de nulidad, el medio de
cubrirlos en cualquiera de estas formas: a) Creación de nuevos ingresos. b)
Supresión de erogaciones anteriores. c) Comprobación cierta de superávit o
sobrante por el Tribunal de Cuentas.
[2] Ver Derecho
Constitucional Cubano, Primera Parte. Serie de tres artículos por Alberto Luzárraga en http://www.futurodecuba.org en la sección
Constitucional.
[3] Sobre el tema de como
organizar definitivamente un tribunal que mejore lo pasado ver El Tribunal
Constitucional. Una Propuesta de Reforma por Alberto Luzarraga. ASCE Vol. 7 y
http://www.futurodecuba.org sección constitucional.
[4] Ver Reflexiones sobre el
Poder Judicial por Alberto Luzárraga, htttp://www.futurodecuba.org en la sección Estado de
Derecho