Cuba y Su Ruina Azucarera. ¿Qué
significa?
por: Alberto Luzárraga
En un reciente
artículo los economistas independientes Ramos Lauzurique y Roque Cabello nos
informan que de 156 ingenios, 71 serían demolidos, 14 dedicados tan sólo a
producir mieles y los 71 restantes a producir azúcar. Es el último capítulo de
una política azucarera demencial, demencia que como sabemos se repite en otros ramos de la economía.
Merece analizar las
causas del desastre y sus alcances y para ello es preciso explicar someramente
la industria a nivel cubano y mundial. La caña de azúcar es una gramínea, es
decir, una hierba con un tallo grueso que se puede cultivar en todos los países
con clima tropical y en diversas condiciones, pues de por sí es una planta
resistente. En el siglo XIX el azúcar era un artículo de lujo y escaso. Hace 150
años llegó a valer 25 centavos de dólar por libra (de aquéllos centavos que hoy valdrían por lo menos 20 o más veces)
y sobre el azúcar se creó la riqueza de Cuba que se convirtió en el primer productor
mundial por dos razones básicas: la feracidad de su suelo unida a buenas precipitaciones
anuales y su situación geográfica. Dado que Europa y los Estados Unidos eran
los mercados principales, Cuba debutó en el Siglo XIX como el productor
principal. Su competencia eran las islas del Caribe más pequeñas y con
condiciones agrícolas menos favorables. Pero pronto comenzaron a cambiar las
cosas. El transporte mejoró, las distancias se acortaron y otros países comenzaron
a producir para su consumo interno. Además se descubrió como industrializar la
remolacha azucarera lo cual permitió a los países templados producir azúcar,
disminuyendo así su demanda del producto.
Sin embargo, el siglo
XX también fue en sus inicios buen momento para el azúcar cubano. La población crecía
rápidamente en Estados Unidos y en Europa, había demanda, y Cuba podía
surtirla. Se crearon grandes ingenios con capital norteamericano a principios
de siglo y Cuba recibió condiciones preferentes para acceder al mercado
americano. Otros territorios, como Hawai y Puerto Rico y las Filipinas, también
desarrollaron su industria y recibieron similares ventajas.
La industria
remolachera y la de caña de azúcar americana comenzaron a desarrollarse y reclamaron
protección. Se les concedió en la forma de un precio interno por encima del
mercado mundial. Exportar a Estados Unidos se convirtió en un negocio
codiciado. Todo ello acabó en la asignación de cuotas de las cuales Cuba
recibió la mayor.
Ello consolidó la
industria cubana que pudo promediar los precios más bajos del mercado mundial
con los del mercado americano y mantener su nivel de producción. En Cuba
existían 161 ingenios antes de Castro por obra y arte de la cuota americana que
usualmente absorbía el 50% y a veces hasta el 60% de la producción cubana a un
precio remunerativo, pues era usualmente el doble el mercado mundial.
¿Qué había sucedido
en el mercado mundial? Simplemente comenzó un proceso de retroceso en la
posición relativa de Cuba. Casi todos los países con capacidad para producir montaron
ingenios para surtir su consumo interno y protegieron el precio, garantizando
así la supervivencia de su industria local. Algunos como Brasil, Australia y Tailandia
contaban con poblaciones numerosas que permitían grandes producciones y fábricas
de envergadura. Con frecuencia los productores grandes o medianos tenían
excedentes que exportaban a precios bajos. No sólo se disminuía la demanda
mundial de azúcar sino que se aumentaba la oferta y a precios marginales. Cuba
vio su posición amenazada y entró en el Convenio Azucarero de Londres para
restringir la producción y mantener los precios. Ya en 1959 la situación de
Cuba en términos de costo de producción vs. precio del mercado mundial era
bastante difícil. Sólo los ingenios más eficientes eran aptos para competir a
los precios del mercado mundial. Una buena parte hubiera perdido dinero sin la
cuota americana que pagaba más del doble.
Esto era conocido de
sobra antes de 1959 y se discutía ampliamente. Estaba claro que una parte de la
industria no podía sobrevivir y que había que dedicar las tierras a otros usos.
Ganado, frutos y vegetales de invierno, cítricos, arroz. Todos esos y otros renglones
empezaron a tomar desarrollo al igual que la minería y otras industrias ligeras
que sustituían importaciones y para las cuales había mercado interno suficiente.
Igualmente el turismo, industria de servicios por excelencia, empezó a tomar
gran envergadura.
El sentido común
cubano entendía que la industria azucarera, amparada por la cuota americana,
serviría para financiar un proceso de transición y mitigar los efectos de una
reconversión industrial. Sabíamos en 1959 que a mediano plazo era imposible
mantener 161 ingenios rentables aun con la cuota americana pues estaba sujeta
al peligro de decrecer a medida que la producción interna americana aumentaba y
otros exportadores reclamaban su parte. El aumento de la producción interna era
inevitable dados los precios americanos de apoyo a su industria y había otros
exportadores de azúcar que podían ofrecer condiciones atractivas de comercio
bilateral.
Un cálculo aproximado
del sobreprecio pagado a Cuba sobre la base de 3 millones de toneladas y 7 centavos
de prima daría unos 420 millones de dólares anuales en su parámetro más
conservador. Ajustados por inflación esos dólares de 1959 hoy serían el
equivalente de 2,600 millones para una población que era entonces el 40% menor.
Se trataba de una
enorme suma codiciada por muchos y disfrutada en Cuba también por muchos,
porque el sistema cubano de pago de salarios al trabajador azucarero, y de la
caña al colono, estaba ajustado al precio de venta del azúcar. Había una
verdadera repartición de utilidades que llegaba al pueblo. Si subía el precio del
azúcar subía el salario. Y para garantía adicional había un piso, es decir, un
precio teórico del azúcar que era el mínimo legal para liquidar salarios. Si el
precio bajaba del piso se pagaba de acuerdo con el mínimo.
En esa situación
irrumpimos en el 1959, año en que un "genio económico", el Che Guevara,
dijo que la cuota americana era un "instrumento de opresión imperialista."
Y para probar el dictamen de su flamante economista, y hacer buena la
dependencia total, Castro se dedicó a venderle el azúcar a Rusia a precios políticos
subsidiados y a aumentar las zafras hasta llegar a la locura de la llamada zafra
de los 10 millones, meta nunca lograda. Cuba, que salía del monocultivo se entregó
a él con nueva pasión, bajo un Castro tan caprichoso como incompetente.
Así se dio al traste
con el proceso de diversificación agrícola razonada y sujeta al mercado que se
llevaba a cabo y se sustituyó por la concentración de recursos en una industria
con un mercado en decadencia. Y ni hablar de los proyectos a cada cual más
absurdo de diversificación industrial y agrícola que jamás produjeron nada a
precios rentables.
Por 43 largos años
Cuba mantuvo una industria azucarera en buena parte artificial. Cuando cesaron
los subsidios soviéticos sólo quedaron los costos y la falta de mercados. La cuota
americana que en el 59 representaba unos 3 millones de toneladas sólo para Cuba
hoy es en total 1.25 millones de toneladas
repartida entre varios países. Ha decrecido porque la producción doméstica americana
para 2002/2003 se estima en 8 millones toneladas, 4.5 de remolacha y el resto
de azúcar de caña.
La cuota cubana es lo
"que el viento se llevó" y el mercado mundial a su precio actual de 6
a 7 centavos da pérdidas. Recuperar parte de la ahora reducida cuota sería
labor ingente y no se conseguiría gran cosa, tal vez 200 mil toneladas a todo
dar. Y pensar que se va a reducir la producción doméstica americana para
relanzar la industria cubana es soñar.
A continuación ofrecemos
datos de costos internacionales bastante confiables pues provienen de nuestra
experiencia en la banca internacional y de datos proporcionados por industriales
del ramo. Se trata de costos totales o sea agrícolas (caña) e industriales (fabricación)
e incluyen todos los acápites como depreciación, fletes, intereses etc. Y valga
la aclaración porque vamos a compararlos con los costos socialistas que no
sabemos lo que incluyen.
Costos
internacionales en promedio aproximado:
Florida-14-15
centavos por libra.
México-19-20 centavos
por libra.
Australia 11-12
centavos por libra.
Brasil. La reciente
devaluación oscurece el cálculo a corto plazo pero lo estimamos similar al de
Australia.
Chile (remolacha) 12-14
centavos por libra.
La industria
azucarera de estos países subsiste porque tiene mercados internos a precios muy
superiores al mercado mundial. Y aun así sufre (como en el caso mexicano) una
competencia muy intensa de otro producto, el endulzante proveniente del maíz,
que es más barato y se usa en muchos productos incluyendo la fabricación de
refrescos. Por cierto que uno de los mayores productores es la empresa Archer
Daniel Midland promotora de ferias en Cuba, amiga de Castro y de levantar el
embargo, que baila de alegría cada vez que se cierra un ingenio.
Cuba, productor
ineficiente, en cuanto al rendimiento de azúcar por hectárea pues ni abona ni
cultiva como se debe, es también ineficiente en el corte y en el traslado a la
fábrica lo cual afecta el rendimiento pues con las demoras se seca la caña. Y
encima las fábricas son en su mayoría obsoletas.
Según los economistas
independientes citados, el gobierno "confiesa" un costo de producción
de 17 centavos por libra, costo que a pesar de los salarios irrisorios que paga
no le creemos. Con seguridad pasa de 20 centavos. Pero seamos optimistas y supongamos
que se trata de 17 centavos. Todavía estamos 10 centavos por encima del precio
mundial y sin un mercado interno que absorba el azúcar producida.
Con 11 millones de habitantes
si Cuba tuviera el mismo consumo per cápita de los Estados Unidos le bastaría
con media docena de ingenios para producir las 550 mil toneladas requeridas y
no serían muy grandes considerando que en la Florida sólo 6 ingenios produjeron
1 millón 950 mil toneladas. Cuántos ingenios más serían aptos para competir
internacionalmente sería cuestión a estudiar. Ello implicaría saber si el
capital invertido produciría el mejor resultado en términos de rendimientos que
permitiesen proporcionar trabajo seguro y bien remunerado.
No es posible montar
industrias de exportación subsidiadas y menos en un negocio muy difícil como el
del azúcar. No consiguen hacerlo los castristas pagando salarios de miseria y
menos lo conseguirían pagando salarios justos. Lo cual quiere decir que los 76
ingenios que se dice van a subsistir no parecen tener un mercado rentable para
su producción . Y ello aun a los costos de 12 centavos que los que dirigen la industria
cubana nos anuncian que pretenden alcanzar. ¿Y realmente, quién se cree que
estos señores tienen la capacidad de llegar a operar la industria al nivel del
productor más eficiente? ¿No son los mismos que la hundieron y no trabajan bajo
idéntico patrón?
¿Que significa la
noticia del desmantelamiento preguntábamos en el título? ¿Hay posibilidades de
volver a contar con una industria azucarera de nivel mundial? La respuesta es negativa.
Esa industria en Cuba ha llegado a nivel de estertor. Mientras Castro
pronunciaba sus arengas demagógicas se quemó Roma.
Y cambiar de
industria tampoco es tarea ligera. Hacer una reconversión industrial es de las
cosas más difíciles que existen en la ciencia de la administración de empresas.
Los gerentes actuales ni tienen experiencia en esos menesteres, ni tienen
recursos para hacerlo. Porque una cosa es hablar de entrenar de nuevo a los
trabajadores y otra encontrarles trabajo seguro y productivo.
¿En que los van a
emplear, quién proporciona el capital? Y mientras tanto hay que absorber los
costos de los ingenios parados y las pérdidas de los que operan todo lo cual
destroza el presupuesto y lleva a emisión monetaria e inflación. Estos
problemas los han enfrentado muchos países y en definitiva sólo se han resuelto
con privatización y aceptación de las reglas del mercado. Pero ello conlleva
seguridad jurídica y división de poderes pues nadie invierte gruesas sumas en
un país manejado a capricho.
El problema azucarero
revela la magnitud del círculo vicioso que afecta al régimen castrista. Debería
haber sido tema de fácil raciocinio pues existían tradición y conocimientos.
Pero ni en ese ramo se hizo algo razonable, debido a la politización de la
actividad gerencial y a un darwinismo político, que por funcionar a la inversa,
aseguró la supervivencia de los más ineptos en los más altos puestos. El
problema es indicativo de otros muchos. El sistema está en una espiral de contracción
económica de la cual no se sale sin inventiva y capital. Y carece de ambas. Sólo
descuella en la propaganda y la mentira. Y esas no crean muchos puestos de
trabajo.
Todo lo cual nos
lleva considerar cual puede ser el futuro probable de la economía cubana y lo
que hay que hacer para desarrollarla. El momento de usar el azúcar como base
económica de transición hacia otros renglones pasó a la historia. Fue
desperdiciado por Castro con su sistema habitual de fomentar la agitación
perpetua a fin de enmascarar su total incompetencia para hacer algo
constructivo.
Hay que empezar de
nuevo y buscar otra base de desarrollo. Pero eso es materia para próximos artículos.
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